Todavía está reciente el inicio del nuevo año 2015. Un año más, con todos sus interrogantes. Y, como la Historia no está escrita de antemano, se abre un amplio abanico de posibilidades. Hay que contar con la libertad humana y la acción de la Providencia divina. No hay un fatalismo de progresos ni de retrocesos.

En su Homilía de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios del año 2010 el Papa Benedicto XVI invitaba a elevar a Dios el corazón: “Meditar sobre el misterio del rostro de Dios y del hombre es una vía privilegiada que conduce a la paz”. La paz es el gran anhelo de la humanidad y de cada persona de buena voluntad. Requiere de la disposición personal de cada uno, sumada a otras muchas. “Ésta, de hecho, comienza por una mirada respetuosa, que reconoce en el rostro del otro a una persona, cualquiera que sea el color de su piel, su nacionalidad, su lengua, su religión”.

Y explicaba: “En realidad, sólo si tenemos a Dios en el corazón, estamos en condiciones de detectar en el rostro del otro a un hermano de humanidad, no un medio sino un fin, no un rival o un enemigo, sino otro yo, una faceta del infinito misterio del ser humano”.

Sólo somos capaces de dialogar con los hombres si antes no lo hacemos con Dios. Contemplar el rostro de Dios es condición para mirar con discernimiento el rostro del hombre. Para llevar a cabo un intercambio respetuoso y considerado. “Con mayor razón, por tanto, para reconocernos y respetarnos como realmente somos, es decir, como hermanos, necesitamos referirnos al rostro de un Padre común, que nos ama a todos, a pesar de nuestros límites y nuestros errores”, añadía el Papa.

Para acercarnos a Dios lo hacemos contemplando a María Madre de Dios y Madre nuestra. Con Ella comenzamos el nuevo año: “el rostro de Dios ha tomado un rostro humano, dejándose ver y reconocer en el hijo de la Virgen María”.

Benedicto XVI destacaba también que “Ella, que ha custodiado en su corazón el secreto de la divina maternidad, ha sido la primera en ver el rostro de Dios hecho hombre en el pequeño fruto de su vientre”.

Nadie más cercano a Dios que su Madre María: “La madre tiene una relación muy especial, única y de todos modos exclusiva con el hijo recién nacido”. Ocurre siempre, y con mayor razón en el caso de la maternidad divina de María. “El primer rostro que el niño ve es el de la madre, y esta mirada es decisiva para su relación con la vida, con sí mismo, con los demás, con Dios; es decisiva también para que él pueda convertirse en un <hijo de la paz>”.

Necesitamos ayuda para ser promotores de la paz. “El Niño mira a la Madre, y ésta nos mira a nosotros, casi como reflejando al que observa, y reza, la ternura de Dios, bajada en Ellos del Cielo y encarnada en aquel Hijo de hombre que lleva en brazos”, explicaba BenedictoXVI.

Una imagen no sólo evocadora sino eficaz. “Pero ese mismo icono nos muestra también, en María, el rostro de la Iglesia, que refleja sobre nosotros y sobre el mundo entero la luz de Cristo, la Iglesia mediante la cual llega a toda persona la buena noticia”, añadía el Papa.

Acudimos a Santa María, Reina de la paz, Madre de la Iglesia, Reina de Venezuela, poniendo en sus manos todos nuestros buenos deseos para el nuevo año. Amén.

(rafaelbalbin@yahoo.es)

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Acerca de Rafael María de Balbin

Rafael María de Balbín Behrmann es Sacerdote, Doctor en Filosofía por la Universidad Lateranense de Roma y Doctor en Derecho por la Universidad de Navarra. Ha dictado conferencias y cursos sobre temas de Filosofía, Teología y Derecho y ha escrito numerosos artículos en la prensa diaria de Venezuela. Ha sido Capellán del Liceo Los Robles (Maracaibo), de La Universidad del Zulia (Maracaibo) y de la Universidad Monteávila (Caracas) y Asesor del Concilio Plenario de Venezuela. Así como Director del Centro de Altos Estudios de la Universidad Monteávila.