“SOULACK”: UN CUENTO NO PENSADO PARA NIÑOS

“SOULACK” apareció un tanto misteriosamente en las redes sociales asociado a unos cortos y sugerentes vídeos. Siguiendo el rastro, su huella nos condujo a la web  www.cucox.eu en la que nos topamos con un humilde ovoide que habla con “Soulack” que ha bajado bandera ante su ya casi añorado fin de trayecto.

Los dos protagonistas, Soulack y Genohuevo

Un cuento, no pensado para niños, en el que Carlos Uralde, su autor (Cucox),se sumerge en los pliegues de “Soulack” (sin alma), ejemplar típico de hombre posmoderno a quien un pequeño huevo (Genohuevo), que cobró vida en su nevera, lleva con ternura y firmeza hacia la conciencia de las raíces de su personal declive.

“Cucox” nos ofrece una historia, en envoltura a veces poética y a veces surrealista, que esconde bajo su camuflaje onírico un descarnado realismo y nos entrega la clave del desconcierto y del suicidio colectivo que implica la destrucción del yo por un atroz egoísmo individualista y el consecuente y sistemático deterioro de la Casa Común.

Carlos Uralde (Cucox)

El narrador, aparentemente neutral, es en realidad un tercer personaje de esa trinidad que constituye la estructura íntima del dialogo interior que se desarrolla en la conciencia vital de la persona humana. Una intimidad trinitaria en la que la conversación subyacente entre dos contendientes el “hombre viejo” paulino y el nuevo regenerado por el Espíritu, hacen sus propuestas al tercer contertulio que tendrá que dirimir, en última instancia, la contienda que definirá el camino hacia su destino definitivo. Expresión suprema de la libertad humana que manifiesta la genética semejanza (en el sentido bíblico del Génesis) del ser humano respecto a su Creador.

Dehesa de Extremadura, una naturaleza cuidada con esmero. (Foto A. Alberti)

“Genohuevo” va desvelando, ante los ojos miopes de su decadente interlocutor, la belleza sencilla y a la vez inmensa, de una Naturaleza entregada a la humanidad, raíz de profundas alegrías vitales. El redescubrimiento progresivo de esos maravillosos dones -y como tales absolutamente gratuitos-van situando a “Soulack” en el camino de la apertura hacia la recuperación de la trascendencia del Ser que en su juventud experimentó y en consecuencia a su regeneración vital.

Soulack y su amigo se despiden

La exaltación de la Casa Común no es para “Cucox” la de un ecologismo utilizado como proyectil de grueso calibre a favor o en contra de ideologías políticas. Esa Casa Común es el marco de belleza que devuelve la esperanza a Soulack y asociada siempre a la verdad lleva a recordar el mensaje de Cristo a la humanidad antes de su partida; “La Verdad os hará libres”.

Atardecer en el Mediterráneo occidental (Foto A. Alberti)

«SOULACK».

Autor. Carlos Uralde Cuervas (Cucox)

Editado por «Circulo Rojo». Ilustraciones Cucox y Lánder Ayllón. Cubierta, sobre lienzo de Mari Carmen Uralde

EXTRAÑO VIAJE DE UN LIBRO DE VIAJES DEDICADO A FOXÁ

El viaje forma parte de nuestra vida;  pasamos mucho tiempo hablando, soñando o preparando algún traslado. En un lejano pasado español, en los años cuarenta del anterior siglo, mi siempre recordado padre Antonio Ortiz Muñoz escritor y periodista sevillano (1906-1968), convencido de que el mundo está para verlo, se especializó en literatura de viajes.

Antonio Ortiz Muñoz dedicó su obra «Otro español en América» a su amigo Agustín de Foxá

Miles de artículos, en el diario YA de Madrid y en muy variadas publicaciones, además de charlas, clases y conferencias, bastantes premios y concursos, le llevaron a escribir una veintena de libros y a la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

Heredamos sus descendientes el amor por los libros y el gusto por los viajes, aunque hoy en día no es mi profesión la más viajera. Así lo he contado ya en algún escrito. Pero los libros no nos faltan; de preferencia encuadernados y en papel; tenemos un maravilloso sol y la nube no me invita a la lectura. Mi hijo Antonio Ortiz III, el más bibliófilo, y mi nieto Antonio Ortiz IV son también grandes lectores en diversas lenguas. 

Y esta nueva salida mía a nuestra ventana al mundo va de un libro de Antonio Ortiz I: “Otro español en América”.  AO III suele bucear en la red y ha poco encontró en la librería anticuario “Galgo”, de Ribadeo, provincia de Lugo, un ejemplar anunciado como firmado por el autor, y lo encargó. La sorpresa cuando lo recibió fue que estaba autografiado y rubricado en Madrid, en julio 48  “a Agustín de Foxá,  gran poeta, gran escritor y gran amigo. Cordialmente Antonio Ortiz”.

Portada y Dedicatoria a Agustín de Foxá

Recuerdo de mi infancia alguna mención de mi padre, coetáneo del gran poeta, nacidos ambos en 1906, expresando su admiración por la espléndida prosa del conde, a quien debió conocer antes de la guerra civil en Madrid,  

Imagino aquí el viaje del libro dedicado desde Madrid en 1948 hasta 2020 en Ribadeo, pasando por las manos de mi muy ilustre compañero y antecesor, pues Foxá fue secretario de embajada en la Legación de España en Bucarest Rumanía, donde yo he pasado dos cuatrienios de mi vida profesional. 

Como solo los caminos del Señor son, según San Pablo, inescrutables, AO III intenta escrutar, con ayuda del anticuario librero que se lo vendió, que senderos ha recorrido el «Otro español en América» hasta volver a la biblioteca familiar. La respuesta fue esta:

Correo en el que el anticuario José Luis Carnota sugiere el posible camino
del libro dedicado a Foxá, desde su biblioteca de Sevilla a la librería Galgo de Ribadeo

Con indulgencia debemos perdonar la ofensa de malbaratar el libro, que recompró mi hijo por 22 € envío incluido.  

Satisfecha, en la medida de lo posible, la curiosidad de bibliófilos de AOIII y la mía propia, prosigo mi relato de mi padre recogiendo en sus páginas crónicas de una misión cultural por los países hermanos de América. Nada más lógico que en su nunca olvidada y clara caligrafía se lo hiciera llegar a uno de los mejores cantores de los pueblos hermanos del gran continente hispanohablante, donde crece y se extiende cada día más nuestro idioma universal, pese a los estúpidos aldeanismos que presenciamos en la tierra originaria del español.

Portada de la biografía de Agustín de Foxá escrita por el diplomático Luis Sagrera

Mi compañero y amigo también coetáneo Luis Sagrera Martinez-Villasante, en su magnífica biografía  del académico y diplomático, publicada en 2009 en la colección La valija Diplomática, aclara este viaje imaginario al referirse a la generosidad de Agustín, quien regalaba sus libros.

Foxá nos dejó un elocuente autorretrato: “Gordo; con mucha niñez palpitante en el recuerdo. Poético, pero glotón. Con el corazón en el pasado y la cabeza en el futuro. Bastante simpático, abúlico, viajero, desaliñado en el vestir, partidario del amor, taurófilo, madrileño con sangre catalana. Mi virtud, la imaginación mi defecto la pereza”.  En tal estilo de vida impreciso brillaban siempre los comentarios y anécdotas punzantes y políticamente incorrectas, que se diría ahora, y que generaron recuerdos ocasionalmente falsos.

Cuenta José María de Areilza conde de Motrico, embajador de Franco en la República Argentina en los años finales de los cuarenta, el paso por Buenos Aires de una delegación española que  llevaba a Japón el brazo derecho de San Francisco Javier. En la recepción en la residencia de la embajada Agustín de Foxá brindo por los esforzados compatriotas capaces de dar la vuelta al mundo con el brazo en alto. Si era en verdad un mérito, aunque se trata de media verdad. Sí hubo tal delegación, pero el viaje a Japón fue por la América del norte y no por el cono sur. Mi padre formaba parte de la expedición, que relató en su libro “Un periodista da la vuelta al mundo”, acabado de imprimir el 2 de febrero de 1950 en los talleres tipográficos de la Editorial Magisterio Español.

Folleto de promoción del libro «Un periodista da la vuelta al mundo»

Imaginando viajes y con el brazo en alto, no el de Javier apóstol de Oriente sino el suyo propio y cara al sol, de cuya letra ideó la primera estrofa, Foxá pudo haber llevado algunos libros –y porqué no éste a Roma.  Allí reía de los cuernos del ministro de Asuntos Exteriores del caudillo italiano, el Duce, de etimología más cercana al latín que la de caudillo, nuestro “centinela de occidente”.  Acusaba al italiano de lo mismo que a él habían reprochado en España hasta la saciedad, solo que él se lo tomaba con más humor. El cuñadísimo», Ramón Serrano Súñer, homólogo español del conde italiano, cuenta en sus memorias políticas cómo Ciano presionaba de forma vehemente para que se expulsara a Foxá de Italia, llegando incluso a acusarle ante el gobierno español de espía de los aliados. Serrano, que era amigo de Foxá y buen conocedor de su carácter y de sus ocurrencias, acabó, en una llamada telefónica con Ciano,  por sentenciar el asunto: “El camarada Foxá saldrá de Italia por chistoso, pero no por espía”. 

El matrimonio Ortiz García y los Ortiz Muñoz en Volendan, pueblo de pescadores en el Zuidersee, con trajes típicos holandeses

Siguiendo con viajes, Lola mi mujer comenta con nuestro hijo Antonio Ortiz III, quien encontró el  libro dedicado y abandonado, que en Berlín, donde pasamos cuatro años en el histórico edificio de la Embajada de España, en dos tercios ruinosa y hoy por fin reconstruida tras ser salvada de la ocupación por Zoo gracias a mis desvelos y disgustos, había sacado de entre escombros del sótano una revista donde aparecía algún artículo de Foxá y otro de mi padre Antonio Ortiz I. 

Al recordar aquella época nuestra, no puedo dejar de mencionar, como varias veces lo hice en la prensa española, la leyenda del regalo de Hitler a Franco. Nuestra embajada era un palacete propiedad española cercano al Landwerhkanal, y estaba ubicada en el eje este-oeste de los planes del Gran Berlín, proyectado por el arquitecto del III Reich, siguiendo la megalomana decisión del Führer.  La casa fue expropiada y uno de los discípulos de Albert Speer construyó en puro estilo nazi un nuevo edificio, similar a los de Italia y del Japón, uno de los pocos que sobrevivieron a los bombardeos aliados durante la terrible segunda guerra mundial.

Lo más probable es que el libro en cuestión acabara en la casa de su madre, la marquesa viuda de Armendáriz  en la calle de Ibiza, número 1, donde falleció Agustín de Foxá y Torroba, el 30 de junio de 1959 a los cincuenta y tres años, tras su vuelta a Madrid, sintiéndose tan mal, tan mal, que le parecía que aquí llegaba el último de Filipinas, su puesto final. 

Era notoria la admiración de mi padre por el gran poeta, a quien menciona en Buenos Aires al hacer la crónica de la gran emoción vivida en América con motivo de la muerte del mítico  Manolete, El torero más valiente del ruedo, el abanico difícil de su izquierda –que hace al toro satélite, luna de tu oro antiguo, con órbita de estrellas. 

Foxá, a quien Curzio Malaparte convirtió en Finlandia en personaje legendario, concita igualmente la admiración de los diplomáticos españoles al cantar como nadie nuestra profesión:  

Amigos que en lejanas latitudes,

representáis de España las virtudes,

del pino sueco al tropical palmar.

Norte y Sur: y a distancias infinitas,

Pagodas, rascacielos y mezquitas;

Toda tierra en vuestra imaginación.

….

Estas vaguedades con mezcla de recuerdo, añoranza y esperanza me hacen meditar sobre los libros, que llenan nuestra vida y el viaje permanente de nuestra existencia. Mi padre Antonio Ortiz Muñoz y mi antecesor Agustín de Foxá pueden servirnos de estímulo en estos tiempos de tribulación.

Caricatura de Antonio Ortiz Muñoz regalo de el diario YA

Salud paz y bien para todos. Madrid, diciembre de 2020.

Antonio Ortiz García. Embajador de España

«AL ANDALUS EN MARRUECOS», UN PUNTO DE VISTA INÉDITO

Marruecos siempre ejerció un especial atractivo sobre mi inicial imaginario de niño. Pervivió pasada la edad de la inocencia para crecer, de forma determinante, durante el desarrollo de mi actividad profesional y terminó llenando no pocas jornadas de nuestro ocio turístico familiar.

La «Tour Hassan» de Rabat

En el origen estuvieron los recuerdos que mi madre, huérfana de militar profundo conocedor de Marruecos, muerto en 1909 cerca de Melilla al frente de su regimiento cumpliendo una orden del general Marina, nos fue desgranado con sencillez durante nuestra juventud.

Rabat, Casablanca, Marrakech, Fez han sido algunos de los escenarios de mi vida de periodista. En alguna de aquellas jornadas me produjo interés, no exento de cierta indignación, un cartel con un mapa de Marruecos que se extendía, como escalando por la península ibérica, creo recordar que incluyendo Andalucía hasta llegar a los confines del antiguo reino musulmán de Valencia. Como en bastantes ocasiones el gobierno marroquí ha procurado distraer a su opinión pública de los problemas internos activando reivindicaciones sobre los territorios españoles del norte de África y probablemente arrastrado por la inmediatez de los motivos por los que yo estaba en esas fechas en los extremos más occidentales del Magreb, la imagen del susodicho mapa pasó a un segundo plano y quedó allí archivada, pero no por ello olvidada.

Hace no muchas fechas anteriores a la pandemia que padecemos, en uno de los paseos por la librería de El Corte Ingles me llamó la atención un libro de Eric Calderwood; “AL ANDALUS EN MARRUECOS” que lleva por subtítulo “El verdadero legado del colonialismo español en el Marruecos contemporáneo”. Yo en realidad buscaba otro titulado “LA GUERRA OLVIDADA”, que analizaba la de África de 1909 que tuvo trágicas jornadas -toda jornada bélica es trágica-en una de las cuales murió mi abuelo el coronel Venancio Álvarez Cabrera-de Nevares al frente del regimiento Disciplinario e Melilla. Ganó Calderwood porque “La Guerra Olvidada” había desaparecido de los anaqueles y gracias a ese hecho he podido disfrutar de una de las lecturas más interesantes y originales sobre la presencia de España en Marruecos y las consecuencias intelectuales que con motivo de esa relación se produjeron en ambos sentidos.

Calle de la ciudad de Tánger

Calderwood, profesor de literatura comparada y árabe de la Universidad de Illinois, analiza en este libro, con gran detalle y conocimiento de las fuentes, obras literarias que se produjeron con la intención de fundamentar -desde un punto de vista histórico-una continuidad de espíritu entre Al Ándalus y Marruecos y justificar de esta forma la presencia colonial española en el norte de África. El profesor de Illinois encuentra y argumenta, con detallados análisis literarios e históricos, un efecto retroactivo por el que la intensa promoción de la cultura marroquí, realizada por el Protectorado de España en Marruecos, alimentó también las corrientes nacionalistas marroquíes fortaleciendo sus bases culturales primando el origen andalusí sobre las influencias del oriente árabe.

A lo largo de este trabajo que anecdóticamente comentamos aparecen interesantes personajes españoles, marroquíes o de otros países -como por ejemplo Shakib Arslan, príncipe druso libanés residente en Suiza, enamorado de Al Andalus que viajó a España en 1930. Se analiza con lucidez el papel que Blas Infante representa en ese proceso de deslizamiento mutuo de Al Ándalus hacia Marruecos y viceversa y, como de pasada, las opiniones en las que diferenciaba el nacionalismo andaluz del separatismo catalanista.

Una especie de continuidad profunda entre ciudades, territorios, costumbres y culturas extrae hábilmente Calderwood de los autores y procesos que analiza y por la que llega un momento en el que ese mapa que a mi me produjo cierta desazón, podría contemplarse no como una reivindicación geoestratégica de un potencial enemigo vecino sino como la radiografía de una cierta continuidad que ha sido distorsionada y obscurecida por acontecimientos políticos.

Con motivo del Día del Libro, 23 abril 2020, año de la pandemia. (Publicado en «HECHOS de HOY»)