Tras la acentuación de los problemas derivados en las sociedades occidentales por la asunción de un criterio multicultural de integración de oleadas de emigrantes y del costo, a veces sangriento, que ha habido que pagar como consecuencia de esa política, la idea de que es preciso salvaguardar a la sociedad abierta de sus cada vez más numerosos enemigos infiltrados entre los acogidos, ha ido tomando cuerpo en la opinión de muchos ciudadanos. El principio es fácil de enunciar pero difícil de articular. Se corre el riesgo de que las medidas que se proponen para asegurar la sociedad libre entre iguales impliquen alguna renuncia a los principios de libertad e igualdad que se tratan de proteger.
La fórmula que razonamos para la resolución de estos conflictos es la tácita o expresa suscripción de una identidad básica resolutiva que denomino “identidad democrática”.