“PUIG DE MISSA”; UNA COLINA UNIVERSAL EN LA PEQUEÑA ISLA DE IBIZA 

El «Puig de Missa» en Santa Eulalia del Rio

Un diminuto núcleo urbano, en una pequeña colina de un pueblo, Santa Eulalia del Rio, de una de las más pequeñas islas baleares, Ibiza, concentra símbolos que la dotan de un especial sentido espiritual y universal.

He paseado, en solitario algunas veces y degustado con analítica calma, la atracción de una colina, para mis sentidos única, que domina la ibicenca bahía de Santa Eulalia. Por límite el horizonte marítimo del Mediterráneo. Por cúpula ese cielo azul, con algo de cobalto, que frecuentemente sumerge Ibiza en una luz mágica. Es el Puig de Missa que acerca, de forma suave pero firme al que con paciencia contempla su belleza, a la iniciación de sus misterios.

Entrada al camposanto del Puig de Missa

Entorno natural, composición, arquitectura, luz, símbolos religiosos y civiles y un aire de crecimiento orgánico típico de los hábitats que crecen con vida propia al unísono de la vida humana y constituyen ese sistema del Puig de Missa que atrae al espíritu a la búsqueda de su sentido.

Las abstractas y a veces abstrusas teorías de análisis de sistemas indican la necesidad de analizar individualmente cada elemento integrante de los mismos y sus relaciones internas. Luego debería venir algún gurú, hábil manipulador de algoritmos, que nos ofreciera una explicación convincente de lo que pasa en el sistema. El por qué pasa es ya asunto algo más metafísico. El que fue rabino principal de Gran Bretaña, Jonathan Sacks, en su libro “La Gran Alianza. Dios y Ciencia en la Búsqueda de Sentido” afirmó que el sentido de un sistema solo puede hallarse situándose fuera del mismo. Prácticamente lo mismo, de forma matemática, lo había expresado antes Gödel en sus teoremas de incompletitud. No hace falta apoyarse en teorías matemáticas para desentrañar el sentido del sistema formado en el Puig de Missa, preferible es la actitud más humana de Sacks. Y lo que me han mostrado del Puig mis paseos en solitario con mi máquina de fotos es la espiritualidad que se respira en ese lugar. 

El «sentido» de un conjunto se encuentra situándose fuera del mismo

Una espiritualidad profundamente encarnada en la historia de esa colina de solo 52 metros de altura sobre el nivel del Mediterráneo. Un calvario de cruces encaladas va rodeando el camino en espiral que conduce desde la base del Puig hasta la iglesia que corona el montículo, que según nos informa Xescu Prats en su www.ibiza5sentidos.es data, en su primera construcción, de 1302 sesenta y siete años después de la recuperación por los cristianos de la Yebisah ocupada por los musulmanes. Diferentes etapas de la historia produjeron hasta una estructura defensiva contra las razias de los piratas magrebíes y turcos. De nuevo la iglesia como centro de reunión no solo para orar y celebrar el sacramento de la eucaristía sino como lugar de acogida y defensa cuando el peligro acechaba en épocas más inseguras. 

Una construcción adyacente a la iglesia, con pozo, columnas y cubierta típicas de la arquitectura ibicenca y de varias de sus iglesias, servía para reunión de la población que, desperdigada por las pequeñas fincas agrícolas del entorno, se reunían después de asistir a misa para, como se diría ahora, socializar y tratar de asuntos de interés común.

Cubierta con columnas para reunión de las familias payesas

La mayoría de las construcciones que rodean la iglesia comenzaron a edificarse en 1785 cuando, según Prats, fue establecida como parroquia de “Santa Eularia des Riu” por el primer obispo de Ibiza. 

Hoy, doscientos treinta y dos años después, don Vicente Ribas Prats, hasta ahora párroco de Santa Eulalia, ha sido nombrado por el Papa Francisco, el pasado día 13 de octubre, obispo de Ibiza. El párroco don Vicente Ribas, hoy ya obispo, es un claro ejemplo de esa espiritualidad universal que flota en el ambiente del Puig de Misa. Siempre cuidó con especial atención a aquellos parroquianos, que durante el verano provenientes de muy diversos lugares del mundo asisten a la misa dominical en la iglesia parroquial de Santa Eulalia, con la iniciativa de invitar a voluntarios asistentes a que leyeran el evangelio del día en sus idiomas nativos. Excelente ocasión para que desde sus nuevas responsabilidades eclesiales promueva esa amable y generosa iniciativa hacia los foráneos que van a descansar a la isla.

Retablo que consiguió para la Iglesia del Puig de Missa quien fue presidente del Instituto de España, Marqués de Lozoya

La espiritualidad que respira el Puig de Misa la entendió y contribuyó a ella también el pintor Laureano Barrau. Menos conocido que Ramón Casas o Sorolla, pero a mi entender de similar categoría artística, sus cuadros reflejan de forma soberbia la luz mediterránea y se exponen varios en museos del mundo. Vivió bastantes años en una casa payesa situada en lo más alto de la colina, frente a la escalinata que conduce a la iglesia. Su viuda la donó como herencia a la parroquia junto con la colección de obras de Barrau que contenía.

Casa payesa que fue de Laureano Barrau y su esposa

Después de varios años de convertirse esa casa payesa en un pequeño pero interesantísimo museo, su obra se puede contemplar hoy en un local del centro de Santa Eulalia del Rio. Barrau, quiso ser enterrado en el cementerio existente junto a la iglesia del Puig de Misa, donde comparte eterno descanso con los restos mortales de personas provenientes de diferentes religiones y lugares del mundo. Gentes que como olas que se deshacen en la playa, vinieron a  Santa Eulalia  a fundirse con la arena de su playa o en busca de otra luz.

Tumba del pintor Laureano Barrau

Fotografías del autor

LAS PITIUSAS A VELA, UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE

Los hechos, las cosas, los acontecimientos, el arte….solo nos entregan su sentido si los contemplamos, los analizamos desde fuera, desde un nivel más general, superior. Aplicándole ese método  Ibiza y sus islas adyacentes nos entregan facetas que desde  dentro son difíciles de descubrir

David Morgan arribó a Ibiza, de forma permanente, hacia los años 70. Marino inglés, su apellido de pirata no le hacía honor pues era un caballero de la mar que enamorado de la isla llegó a hacerse con el mercado de yates de segunda mano. Le fue bien durante unos años y patroneaba una goleta, la “Barbara Jane” construida en Valencia sobre planos del siglo XIX. 

David Morgan en su goleta «Barbara Jane» circa 1980

He compartido con mi marido Agustín, no sin a veces cierto sacrificio, la afición a la navegación a vela. El inglés era, como típico marino, parco en palabras. Un día con rumbo a Formentera en mitad de los freos Agustín, que había llevado con nosotros y un grupo de amigos un operador de televisión, en una entrevista le preguntó por qué había elegido las islas Pitiusas para descansar su cuerpo de las largas singladuras llevando y trayendo barcos ajenos. Morgan, con absoluta seguridad en su voz respondió en cámara, “Es lo más bello que hay en el Mediterráneo occidental”. 

El «Taube» fondeado en el puerto de Ibiza

Agustín, por mediación de Morgan, compró un pequeño velero de madera a un australiano que en su tierra esquilaba ovejas y a la sazón vivía en su pequeña casa flotante. Poco más de siete metros de eslora pero, según mi marido, una excelente construcción en roble realizada en  Inglaterra en 1936 por algún carpintero de ribera de Burnan-on-Crouch. Típico barco diseñado para aguantar el Mar del Norte, le cambiamos el nombre de “Olivet” por el germánico “Taube” (Paloma en alemán) y nos propusimos explorar toda la costa ibicenca desde nuestro nuevo cascarón.

Ibiza, costa de poniente

Fuimos grandes amantes de Ibiza, nosotros y nuestros cuatro hijos, durante muchos años hasta que las autoridades y los poderosos de la isla se empeñaron en modernizarla hasta convertirla en casi irreconocible. Mi marido escribió hace pocos años un artículo publicado en HECHOS DE HOY –el periódico digital de un matrimonio adorable, Angelika y Juan Fernando, también amantes de la isla- anunciando la muerte, por éxito, de la Ibiza que conocimos. Fue nuestra despedida de las Pitiusas, pero uno de los recuerdos más persistentes que tenemos de la isla de los pinos es el de haberla circunnavegado a vela de cala en cala. 

El autentico mercadillo hippy de Es Cana (años 70)

El espectáculo de los islotes Es Vedrá y Vedranell vistos entre la suave neblina de la madrugada es sobrecogedor. Para el no habituado a pasar junto a ellos, o entre ellos, es difícil determinar su magnitud. Vigilante de la  entrada a los freos, el gigante de piedra de 382 metros de altura con su eterna acompañante la isla de Vedranell, solo entrega parte de sus misterios en la tenue luz de las madrugadas.

El islote de Es Vedra, vigilante mudo, habitado solo por un grupo de cabras

Navegando desde poniente y superados los islotes citados hay algunas calas imprescindibles. Cala Llentrisca, de difícil acceso por tierra, Cala Yondal  y la pequeña pero entrañable Sa Caleta, cuyo pequeño montículo fue elegido por algunos fenicios que se establecieron frente al mar. Con viento de poniente y con la protección de Punta Yondal se puede fondear rodeado de tradicionales chamizos en los que pescadores de bajura guardan sus redes y sus barcas en seco. Con suerte y buena amistad se puede gozar de una caldereta increíble.

Sa Caleta, refugio de pescadores

Para los que odian la arena la playa de Codolá ofrece buenas posibilidades de baño y de buceo con botellas de oxígeno. Las salinas, explotación salinera desde  la época romana, ya era conocida y explotada por los cartagineses.

Adentrarse en los freos hacia el puerto de Ibiza exige cierta atención. Paisaje bellísimo con  corrientes a veces traidoras que mejor es explorar fuera de temporada ya que se ha convertido en una de las zonas más transitadas por yates, transbordadores y horteras con dinero de todo el Mediterraneo.

Dalt Vila y la muralla de Felipe II

El puerto de Ibiza mejor dejarlo por babor pero disfrutar de la visión de D’alt Vila desde el mar. Para los amantes de la historia, recuerdos de asentamientos, batallas, reconquistas y un ir y venir de pueblos diversos que han ido dejando cada uno se personalidad grabada en la arquitectura o redescubierta en las excavaciones arqueológicas que han dado origen a uno de los museos de arte púnico más importantes del mundo.

La diosa Tanit, descansa inmutable en el museo de Ibiza

Según subimos hacia el norte, siempre dejando la costa a nuestro babor, dejamos Talamanca, demasiado cercana a la “civilización”, Cala Llonga se le puede dar un ligero paseo sin fondear y si no necesitamos ayuda del varadero de Santa Eulalia podemos hacer varios fondeos de las calas del este de la isla, a cual más  interesantes mientras la altura de la costa va creciendo suavemente. Mucho cuidado con la placa de Santa Eulalia, cercana  a la pequeña isla que lleva el mismo nombre, es un bajo peligroso  de 1,60 metros de profundidad.

El restaurante de El Bigotes y su barca en Cala Mastella

Al pasar cercanos a la pequeña cala Mastella, con un fondo complicado para el fondeo, es imprescindible –si hemos reservado antes- disfrutar de una caldereta de arroz con pescado del día en El Bigotes. No puede decirse que el bigotes estuviera allí desde la época de los cartagineses, pero es una verdadera institución gastronómica de la isla desde los años sesenta del pasado siglo.

Cala Benirras para nosotros la más bella de Ibiza norte

Llegados a cala San Vicente decidimos fondear y pasar allí la noche. En el monte que protege San Vicente, la cueva de Es Culleram, ahora protegida por una verja de hierro, nos habla de ofrendas a Tanit y de restos de barro cocido de pequeñas estatuillas de la diosa. Cuando comencemos de nuevo la vuelta marítima a la isla de Ibiza trataremos del las maravillosas calas del norte encajadas en una costa elevada que invita a meditar en los escasos refugios que pueden tener los barcos que tienen esa costa a sotavento.