La “santísima” dualidad

Mi formación juvenil en la ratio studiorum  de Loyola me llevaba a hacer indebido uso  –como pecador pido perdón a Dios por ello- de repetidas terminologías religiosas y aplicarlas a temas laicos.

Así, cuando vivía en los países del socialismo real, es decir en las dictaduras comunistas, aplicaba el término de santísima dualidad a la práctica perversa que permitía falazmente  al mando único  considerar que había una gran diferencia entre el Estado y el Partido.

Muy preocupante resulta que aquí y ahora (hic et nunc) tengamos muestras de afirmaciones paralelas. No es lo mismo, según hemos oído recientemente, el vicepresidente del gobierno hablando en el ejercicio de su cargo, que en calidad de líder de su partido de extrema izquierda y anti sistema haciendo declaraciones públicas contra las instituciones del Reino de España.

En la República Socialista de Rumanía, que yo viví a finales en los años sesenta y comienzos de los setenta se abrió la primera representación del tardofranquismo en la llamada entonces Europa oriental, lo que se calificaba en los antiguos pasaportes españoles como una de las zonas excluidas para viajar.  Había un sello que rezaba que el documento no era válido para aquellos estados (excepto Rusia y países satélites). Posteriormente, se sustituyó la mención genérica y calificadora por una lista.

La llamada Casa del Pueblo, megalómano edificio que
culminó la ruina de la Rumanía comunista

Yo trabajaba también en la oficina de una dictadura, en calidad de discreto mandado pero sin negar la realidad. Cuando los colegas de las democracias occidentales, que nos trataban con toda cordialidad y simpatía a mi familia y a mí, y también a los griegos, sometidos en aquel entonces a un régimen militar –reitero mi gratitud histórica- me preguntaban por la fiesta nacional de España decía que exactamente lo contrario del 23 de agosto en Rumanía. Allí se celebraba el día de la festividad en conmemoración de la llamada eliberaria din sub jugul fascismului (liberación del yugo fascista),  evidentemente por el glorioso partido comunista. En España era exactamente lo contrario.

Las iglesias pintadas de la Bukovina, Patrimonio de la Humanidad

Pero recojo el hilo de mi aventurilla. Nicolae Ceausescu, “el genio de los Cárpatos”,  “el hijo más amado del pueblo”,  la encarnación del país;  Ceausescu-Romanía, Ceausescu-Romanía se escandaba en rítmicos aplausos en toda concentración voluntaria (asistencia obligatoria). El Conducator   -por cierto la misma palabra de origen latino que Caudillo-  hablaba algunas muchas veces en exclusiva como secretario general del PCR, Partido Comunista de Rumanía y en otras ocasiones como jefe del estado. Eso le contaban a mi jefe, que lo era de la Representación Consular y Comercial de España en Bucarest, cuando inútilmente, pero con fervor correspondiente a su trayectoria y época, acudía a manifestar su disgusto al Ministerio de Relaciones Exteriores por que el “camarada Ceausescu” había insultado a Franco y afirmado que el futuro de España estaba en la Pasionaria, Santiago Carrillo y sus compañeros. 

Tengo todavía el libro de Carrillo  “Ceva fi dupa Franco?”  (¿Qué pasará después de Franco?), publicado y difundido en Bucarest y en todo el país. Por no hablar de la famosa estación pirenaica, radio España independiente, instalada en un barco navegando por el Danubio.

Recibía mi superior la respuesta de que no eran lo mismo las afirmaciones públicas del jefe del estado rumano que las del secretario general del PCR. Debía pensarse que eran dos personas en una, como en mi juventud de jesuitas se creía en el Espíritu Santo que con el Padre y el Hijo formaba la Santísima Trinidad, tres personas en una.

En mi destino diplomático se encarnaban dos presencias en una sola persona. Así forjé  la teoría de la santísima (a veces el calificativo era otro) dualidad.

Boda tradicional en la Rumanía rural

Mas no hay mal que cien años dure y todo terminará, como la pandemia y como acabó la dictadura comunista en Rumanía y en más países. Aspiro, ahora y aquí, a creer que el pueblo español seguirá también a San Ignacio de Loyola y se aplicará la máxima de que en tiempos de tribulación no hacer mudanza. 

¡Qué al salir del túnel sigamos viendo el mismo sol!.

Antonio ORTIZ GARCIA . Embajador de España