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Acerca de Luis Núñez Ladeveze

Catedrático de la UCM. Profesor Emérito Extraordinario CEU

RELATO SOBRE EL ESTADO DE ALARMA

Si estuviéramos en circunstancias normales y el gobierno aplicara las normas contra la corrupción que figuran en sus manuales de ética, el delegado del gobierno de la CAM y Fernando Simón habrían sido destituidos y la señorita Lastra desautorizada. 

Con independencia de que las investigaciones tengan o no visos de prosperar, se  irían por el mero hecho de ser investigados. Pero estamos en una situación tan perversa que el destituido ha sido el coronel Pérez de los Cobos, y el dimitido el teniente general Laurentino Ceña. La gestión del estado de alarma ha llevado a que los judicialmente sospechosos de haber contribuido a difundir por negligencia la pandemia sigan en sus puestos y los encargados de mantener la seguridad jurídica, en cuya impoluta biografía no es necesario insistir por haberla reconocido el propio ministro, dejen los suyos por cumplir su función. Si la medicina aplicada a Rajoy por una frase interpolada en una sentencia se aplicara ahora, el gobierno en bloque dimitiría. Ya sabemos que no va a ocurrir. Más bien al contrario, cuanto más arrecia el viento, más se ajusta el gobierno el abrigo al cuerpo.

Comenzó a descentrar el eje de rotación para llegar a este mundo al revés, cuando Sánchez llamó aliados a los enemigos del ordenamiento que lo legitima como jefe del ejecutivo y trató como enemiga irreconciliable a la leal oposición. Desde la declaración del estado de alarma el rumbo de la excentricidad se ha acelerado para extraviar su paralaje. Ha convertido en norma el desafío continuo al ordenamiento. Entregado al desenfreno para satisfacer el ansia de poder que subordina las decisiones a las condiciones impuestas por sus socios anómalos, el gobierno se ve forzado a tapar los excesos con nuevos excesos. El desvío de poder lo encubre la incesante campaña propagandística que presenta, como ingrediente de la nueva normalidad, recurrir a la colaboración de los anticonstitucionales.

Ya no es solo el Manual de resistencia lo que hace preocupante la situación. En ninguna parte está escrito que haya obligación de resistir pasándose al bando enemigo. Consecuencia del rumbo emprendido, cuantos más esfuerzos por taparlos, más motivos de descrédito aparecen. Cuantos más motivos, más forzados al juego de camuflar la realidad inconfesable bajo la fabricación de apariencias. Cuantas más prórrogas, más se resiente el ordenamiento democrático. Cuanto más se sofoca el control democrático, más alto el tono del “resistiré” gubernamental. Debilitado por las alianzas, criticado por sus aliados, el menguante respaldo parlamentario del gobierno, cautivo de exigencias inaceptables derivadas de los pactos inconfesables con sus socios, más se ve dispuesto a forzar los fundamentos de la legalidad democrática. 

El golpe de mano para prescindir del coronel López de los Cobos y colocar en su lugar a un afín, es el nuevo paso de este inquietante desafío. La embestida del toro rejoneado es la más imprevisible y dañina. Tiene que trocar en fortaleza la causa de su debilidad para aguantar ante el burladero. El gobierno es un astado señalado por las banderillas de la justicia. Dispuesto a lo que sea para mantenerse, lo seguro es que arreciará en sus embestidas. Y como el gobierno es una coalición en la que cada parte depende de la otra, es un cálculo ilusorio esperar que pueda erosionarse. Iglesias se abrazará a Sánchez y Sánchez abrazará a Iglesias con más intensidad si cabe. En estas calendas ya es indiferente cual sea el desenlace de las investigaciones en curso. Hay que temer más al interés que los aglutina y al contagio de intenciones para perdurar. Si Iglesias menosprecia una constitución que no responde a las “bases materiales de las bases sociales”, el manual de resistencia puede reemplazarse por un plan de derribo de la alternancia que va pergeñándose en los recovecos de la Moncloa. La alianza con el independentismo a través de Podemos puede ir tan lejos como a ambos les interese para permanecer.

Durante la sucesión de estados de alarma se han tejido sin disimulos los mimbres anticonstitucionales de los que depende la inestabilidad gubernamental. Ahora son recursos que aseguran la permanencia de este equilibrio inestable. Las decisiones sanitarias adoptadas han ido a la par de la geometría variable administrada para neutralizar cualquier posibilidad de control de la oposición. Lo grave no fue que lo excepcional se hiciese normal, sino que la aplicación del ordenamiento legal haya servido de cauce a la arbitrariedad jurídica. Lo más preocupante hoy no son los intentos para traspasar líneas rojas o negras, sino el descaro con que se hace. Bajo la cobertura de medidas de salud se ha construido un relato paralelo para desactivar a la oposición democrática: no son los socios del gobierno los que lo acosan. Es una oposición desleal la que obliga al gobierno a echarse en manos de los acosadores.

Para contrarrestar la progresiva desafección provocada por una gestión negligente, el gobierno encargó a su central un relato alternativo que ya presenta al ciudadano contagiado por el virus propagandístico. El golpe de mano de Marlaska para destituir al coronel muestra que están dispuestos a ir tan lejos en cada circunstancia como sea preciso para situar a la oposición en el espacio más reducido posible. Ahora, el voto negativo del PP es una traición de una derecha desleal y desnortada que hace depender la salud de los españoles de la colaboración del gobierno con los antiespañoles. Aunque un cuento chino fuera más creíble, la insidia muestra por donde van los tiros cuando es necesario. Lo más peligroso es que define un plan de acoso y derribo de la alternancia para mantener a largo plazo las alianzas de la investidura. Ahora Sánchez e Iglesias van unidos por el mismo lazo. Quiera o no quiera, Vox hace de tonto útil en este relato. Es un espantajo que necesitan airear los confabulados para hacer más creíble su patraña.

ESTADO DE SITIO (Luis Núñez Ladevéze)

 
Algo hemos aprendido 
durante las cuarentenas, 
con los virus desprendidos 
recorriéndonos las venas. 
La ciudad es inocente, 
los médicos, sanitarios, 
militares, operarios, 
enfermeros, buena gente, 
que padecen la imprudente 
gestión gubernamental, 
El abuso de poder 
difunde un nuevo bozal 
que a la libertad desarma. 
Es un modo de ejercer 
que no es constitucional 
en el estado de alarma. 
Es inepcia lo que manda, 
su arrogancia, nuestro mal, 
su verdad, la propaganda, 
lo único que les ablanda 
el cálculo electoral. 
 
Las cuentas, un manantial 
de cuentos carentes de alma 
para tenernos en calma 
y salgamos al balcón 
a mirar a don Simón. 
Las mentiras acumulan 
la estafa que manipulan 
y que encubren su versión 
 
de compras que disimulan. 
No celebremos la fiesta 
que incita a la distracción. 
Protesten nuestras palmadas 
contra vivir una gesta 
de medidas desalmadas 
en esta fase indigesta. 
No faltan alternativas, 
faltan las pruebas masivas 
que pregona mentiroso 
este gobierno mafioso. 
 
Cada decreto un señuelo 
para ignorar los cuidados 
de una profesión en celo. 
Si públicos, si privados, 
imprescindibles los test, 
que son indiferenciados 
en Mercadona, Inditex, 
 
o gracias al corte inglés, 
para sabernos probados. 
Confiscasteis las empresas 
que importaban material 
las hicisteis vuestras presas 
engañando al personal 
expropiando sus remesas. 
Desfigurasteis los datos 
concejales, sindicatos, 
que engarza Rosa Mateo, 
con ayuda de la secta 
 
donde esta cadena infecta 
prefabricó, por cabreo, 
lo más infame y obtuso, 
ese bulo imperdonable, 
para reprobar IFEMA, 
el hospital de la Ayuso 
por ser el mejor emblema 
de sanidad responsable. 
Treinta mil son los despojos, 
parca contabilidad 
falseada por los ojos 
de nueva normalidad. 
Los crematorios constantes 
sin cementerios bastantes, 
que no hay cunetas ni 
 
estantes 
donde llevarlos a todos, 
ni hay suficientes lodos 
para enterrar los sobrantes. 
Una vejez fallecida 
por su edad discriminada 
a ser función de la vida 
habéis dejado arrasada. 
Vosotros, de igualitarios 
solo tenéis la fachada, 
y la tez acicalada 
de talantes cavernarios. 
Progresistas de la nada 
previsteis los calendarios 
para cubrir con sudarios 
de ancianos vuestra escalada. 
 
El feminismo sectario 
nos ha arruinado la vida 
un fanatismo homicida 
con altavoz panfletario. 
A la marcha criminal 
le debemos el registro 
de la ministra al ministro, 
en la fecha seminal 
de protesta contra el garzo, 
fue el ocho, idus de marzo. 
Los virus que germinaron 
las pancartas no los cuentan, 
su número no lo recuentan 
los lemas que congregaron. 
Son focos que los prendieron 
sin distinguir a los machos 
las marchas que reunieron 
féminas y marimachos. 
 
Batisteis todas las marcas 
de habitantes contagiados, 
óbitos muy mal contados 
en registros malversados. 
Ni una señal de dolor 
la corbata roja acata, 
lo que su rostro retrata 
como luto es impudor. 
Ni un minuto para ofrenda 
ni un gesto de pundonor 
ni misas, ni funerales 
ni alusión por tanta afrenta 
 
si declaramos la renta. 
Las víctimas a raudales 
en cementerios desiertos, 
ni criptas en esos huertos 
ni inscripciones personales 
donde enterrar a los muertos. 
 
Llenaréis los tribunales 
para dar cuentas penales 
por tantos delitos ciertos. 
que os sabemos criminales. 
Te presentas comandante, 
guarecido tras tu tropa. 
Vas atrás, no vas delante 
siempre te guardan la ropa. 
Las mandas al matadero 
sin mascarilla ni guante. 
Mentiste con una tesis 
que pasas por doctoral 
tras componer una ascesis 
para hacerte el tribunal. 
Mentiste con el programa 
en la liza electoral 
para hacer un diagrama 
del engaño principal. 
Mentiste mostrando cifras 
que ocultan la bancarrota 
pues si ahora las descifras 
la economía está rota. 
Mentiste sumando en falso 
a tanta muerte escondida 
en sepulcros sin salida, 
 
su salida fue el cadalso. 
Mentiste al subir el gasto 
creando más direcciones, 
que reducirán pensiones, 
al dar al gobierno pasto. 
Y mientes, mientras apruebas 
que intermediarios secuaces, 
inexpertos, contumaces, 
nos abastezcan de pruebas. 
 
En la España confinada 
ya nada resulta inmune 
es la nación colapsada 
donde Podemos reúne 
lo por Sánchez desatado. 
En el palacio de hielo 
de sepulcros hacinado 
hurtaste del luto, el duelo. 
No pasaste a dar consuelo 
nunca estuviste a su lado. 
No hay sentido ni hay 
cordura 
en tu alma descarnada. 
tienes la cara muy dura, 
más pétreo tu corazón. 
Tu voz delata impostada 
la faz deshumanizada 
que veta pedir perdón. 
 
LNL 
 
 
 
 
 

UN RUBENS EN LA CALLE CLAUDIO COELLO, TESTIGO DE LA PANDEMIA

Son las tres y media y luce el sol de la tarde. A estas horas discretas se oye el ronroneo de un camión que va deteniéndose. Me sorprende que lleguen justo el mismo día en el que el estado de alarma se prolonga por primera vez otros quince más.

No es normal que aparquen frente a una sala de exposiciones ahora que están todas cerradas por decreto. Mi sorpresa aumenta cuando oigo que se acerca y va deteniéndose, junto al recién llegado, un segundo camión. Me asomo a la ventana. Compruebo que se trata de dos grandes vehículos cerrados en cuyo dorsal se lee en grandes y preciosistas letras la P. Fioradella S.L..

Martirio de San Andrés, por Rubens (Detalle)

Se instalan en el espacio reservado, no se sabe por qué, a la Fundación Carlos de Amberes. Desde finales del siglo XVI, fue un convento que sirvió de refugio de peregrinos belgas. Se llamaba San Andrés de los Flamencos. En él se resguarda desde tiempo el cuadro del Martirio de San Andrés, de Rubens, joya pictórica del flamenco. El óleo de amplias dimensiones está situado en el altar mayor de la iglesia. En realidad, fue iglesia durante medio milenio, pero actualmente es una sala de exposiciones. Figura como institución privada, pero está subvencionada por la embajada belga. La dirige Miguel Ángel Aguilar, un periodista conocido de la Sexta compañía. A él se debe la reforma interior de la estancia religiosa reconstruidda en el siglo XIX. Decapitaron la cruz exterior que presidía el edificio, templo sacro durante medio milenio. La vieja y perdurable leyenda del hospital que recorría el dintel del frontispicio de la larga fachada neoclásica, ha sido sustituida por la de Fundación Cultural Carlos de Amberes. Evidentemente ya no es lo que fue, un sanatorio para acoger a peregrinos, ni sirve para lo que sirvió, de hospedaje para los peregrinos necesitados.

Fachada de la Fundación Cultural Carlos de Amberes

Se abre la puerta trasera de los camiones. Salen a la calle, protegidas por mascarillas y guantes, cuatro o cinco personas. Se abre la puerta primera de las tres que comunica el recinto con la calle. No la principal, ni la de la izquierda que da a las oficinas. Esta puerta da a un pasillo lateral por el que se accede al patio interior situado tras la iglesia. Espero curioso, a ver cuál es el motivo para vulnerar las disposiciones decretadas. Quiero pensar correctamente y encontrar una utilidad que justifique el quebrantamiento del decreto en el día de su prórroga oficial.

Animado, pensé que podría traer material sanitario, por ejemplo, camillas o útiles para atender a enfermos del vecindario, que no pueden alojarse en clínicas o sanatorios convertidos ya en centros de riesgo. Se les podría aplicar aquí el test que diagnostique el contagio, recibir algún cuidado o una prestación de auxilio. Conozco muchos casos que están en la vecindad en forzosa cuarentena, por prevención o por contagio, que no ha sido confirmado porque no pueden acudir a esos recintos.

Pero no. El que fue hospital de San Andrés de los Flamencos no vuelve para dignificar sus funciones culturales y recuperar transitoriamente su secular tradición de servir como centro hospitalario. Mi esperanza se desvanece y torna en indignación. Los camiones van llenándose de centros de flores agostadas traídos hace un par de semanas para celebrar algún suntuoso festejo en sus dependencias de alquiler. Toda la urgencia queda concentrada en el traslado, desde el interior, de las macetas que se van colocando durante media hora en los camiones. Ocupan el espacio público de estacionamiento que el Ayuntamiento ha reservado a la apremiante labor de la Fundación. En la práctica, es de uso privilegiado de los directivos de una institución privada que solo lo utiliza en dos o tres ocasiones al año con objeto de depositar obras de arte. Los dos camiones encienden sus contactos para salir de nuevo. En acera y calzada quedan regueros de flores caducas y restos de tiestos y de barro. Me temo lo peor. En honor de la verdad mi alarma no queda del todo confirmada. Con mascarilla y guantes alguien barre los restos y los deposita no se sabe dónde. Quedan los restos, pero no regresa para descontaminar con lejía o fumigar ese espacio posiblemente contaminado. A quién pase por aquí habrá que recomendarle que deje sus zapatos en la puerta y calce otros de repuesto si los lleva.

LA MALA PRAXIS COMO TIPO DE GOBIERNO

Al preguntarse González Pons dónde está Europa en la hora del coronavirus, ofreció un servicio al gobierno español. Un discurso enérgico, emotivo y valiente en el que, frente a la contraposición de una Europa del Norte y una Europa del Sur, opuso la Europa burocrática de los eurodiputados que no consiguen entenderse ni con intérpretes, y la Europa de los aplausos y los balcones que se entienden sin discutir aplaudiendo al ejército de sanitarios, investigadores y profesionales que arriesgan su vida para frenar la pandemia. 

¡Que buen discurso si hubiera toda la razón! Pero no son Europas excluyentes. Ambas coexisten. La existencia de una no implica la negación de la otra. También hay una Europa de la austeridad y otra de la mala praxis. Lamentablemente la gestión del gobierno español es un modelo de mala praxis destinado a ocultar su responsabilidad. La mala praxis ha hecho al gobierno rehén de su impotencia para dirigir la lucha contra la pandemia.

La briosa intervención de González Pons no puede encubrir la mala praxis de un presidente que reclama lealtad democrática, sin evitar que los motivos de discrepancia escindan a su propio gabinete. Mientras exige unidad, mantiene vivos los motivos de confrontación social y política que le llevó a ganar una moción de censura inspirada en la mala praxis. Mientras rehúye a la oposición que le tiende la mano, sus propios aliados se encogen de hombros para no patentizar su respaldo en el Congreso. 

La mala praxis se muestra en la exhibición de incompetencia ante la amenaza común. Los curricula de las autoridades responsables se encargan de expresar su incapacidad para hacer frente a una situación de emergencia que exige profesionalidad, conocimiento y ejemplaridad. La mala praxis que esparce el coronavirus un ocho de marzo, continúa impertérrita al comenzar abril. No hay predisposición para solicitar perdón, si no hay autocrítica para el reconocimiento de errores. Sin examen de conciencia no cabe más rectificación que insistir en la mala praxis para enmascarar la realidad.

La mala praxis de hoy es continuación de la mala praxis de ayer. La que gestionó una moción de censura destructiva para llevar a Sánchez a un gobierno interino. Si no fue anticonstitucional, no fue constructiva como reza la Constitución. La mala praxis permitió que el gobierno encontrara respaldo reglamentario en una coalición de partidos que falsificó los motivos que la motivaron. La mala praxis fructifica en el engaño que consuma una alianza para formar un gobierno que contradice el programa que solicitó respaldo electoral. 

¿Hay motivo que invite a Europa a confiar en un gobierno nacido de la mala praxis, urdido a espaldas del electorado, ansioso de aprovechar la lucha contra el coronavirus como campaña de mantenimiento de imagen? La llamada de auxilio de González Pons se desvanecerá entre los balcones mientras este gobierno, rehén de sus propios socios, contradictorio en sus explicaciones, evidencie ante Europa su incapacidad para liderar una gestión solvente y realista. 

Los reproches a Europa se devalúan mientras persistan los motivos para desconfiar de la administración si hubiera aportación de recursos. La laxitud arrastrada desde su condición de gobierno interino no ofrece garantía para ser atendido ahora por Europa. Mala praxis es la incapacidad manifiesta para asumir errores obvios. Mala praxis es el constante desvío de la atención sobre las responsabilidades propias hacia las competencias de las instituciones autonómicas. Mala praxis es la ocultación de datos, la filtración de información, la campaña de persuasión periodística, la pugna interna con socios cuya existencia deja bajo sospecha al gobierno en su conjunto.

No hay motivos de confianza allí donde no hay ejemplaridad en el testimonio, templanza en el liderazgo, ni diligencia en la gestión. Es mala praxis llamar a la unidad mientras se excita a la confrontación, no aceptar la mano que puede unir por haber aceptado previamente la mano que divide a los españoles. La mala praxis ha renunciado a las competencias para hacer recaer la responsabilidad en las instituciones del Estado subordinadas a la autoridad central. La mala praxis dicta normas que aparentan contundencia sin contraer obligaciones. Reglamentación inconcreta, ambigua e imprecisa.

Europa tiene motivos para recelar de un gobierno que despilfarra sus propios recursos. Esa mala praxis está instalada en el sillón gubernamental. Como el gobierno es incapaz de marcar la agenda al coronavirus, va dando tumbos por la senda que el coronavirus le marca. Pero hay que salvarse, como sea, de este trágico desgarro. González Pons colaboró con un gesto que había anticipado dos veces Casado en el Congreso. Ofrecer una ayuda inmerecida a Sánchez para marcar una agenda que ahora ya no es de una quincena, ni de un mes, acaso de un trimestre. El gobierno ni oye ni escucha, mientras habla de unidad, porque Sánchez solo da señales de comprometerse con su manual de resistencia. 

Se acerca el momento en que la tabla de salvación a la que pueda agarrarse Sánchez para ganar credibilidad en Europa y en España sea tomar la mano tendida por la oposición democrática y constitucional. Pero no bastarán ya los gestos. La mala praxis solo puede regenerarla la ejemplaridad. España necesita un liderazgo ejemplar. Si el PP, Vox y Ciudadanos están dispuestos, no a dar un golpe de efecto, sino un golpe de ejemplo, tendrían que hacer valer ante los ciudadanos una renuncia de sus haberes para engrosar una cuenta de gasto para el coronavirus. Por supuesto que no es una solución. Pero sería una lección, el gesto ejemplar de que la austeridad se predica y se practica. González Pons podría empezar con un porcentaje de sus honorarios de eurodiputado. Y si antes o tras él, fueran los demás, tendríamos motivo para confiar en el porvenir.

¿POR QUÉ SERÍA CRISTIANO, AUNQUE NO TUVIERA FE?

Considerados como propuestas humanas y prescindiendo por tanto de una perspectiva trascendente, socialismo y cristianismo tienen una proyección utópica. Ambos pretenden contribuir a la mejora de la sociedad humana mediante el reconocimiento de dos principios utópicos, la libertad y la igualdad humana.

EL CRITERIO

Libertad e igualdad son principios utópicos porque no son reales, sino aspiraciones sublimes y, desde un punto de vista realista, inalcanzables. Son ideales a los que se puede tender, aun sabiendo que nunca se llegará a alcanzarlos. El socialismo se plantea asumir la tarea de alcanzar ese ideal como una obligación ética que ha de tener una manifestación política. Se concibe como un plan de cuya ejecución depende la futura consecución del ideal. La función de la política es aplicar el plan socialista para asegurar la libertad y la igualdad entre los hombres. Desde un punto de vista cristiano se puede coincidir con las aspiraciones de este punto de vista sin problemas: la función ética de la política es alcanzar la máxima igualdad con la mínima restricción de libertad. El cristianismo, en tanto doctrina que trata de representar de modo realista la condición humana, difiere del socialismo en que no asume la hipótesis, o sea la creencia, de que un programa político pueda trazar un plan social para realizar ese objetivo. Libertad e igualdad son fines inaccesibles a cualquier plan político realista.

EL PROBLEMA

El problema es dar por supuesto que alguien pueda saber por anticipado cuál es el plan de acción política adecuado para ejecutar un ideal igualitario o para aproximarnos colectivamente a una mejora de la sociedad entendida como progreso conjunto de la igualdad en libertad.

El problema que plantea es que el plan no es fruto de una mente y una voluntad colectivas que puedan prever y forzar las conductas, deseos, intereses o motivaciones de quienes hayan de adherirse a su puesta en práctica. El plan siempre quedará como hipótesis especulativa, y sus fines como postulados dogmáticos. El plan solo puede prosperar si se rectifica en función de los fines propuestos. No hay modo de poder verificarse o refutarse la hipótesis de que haya un plan que pueda ajustarse a esos fines. Siempre será concreción de una propuesta particular, de un razonamiento personal que pretende representar una razón común y una voluntad colectiva. Como expresión de una idea personal, puede originar una creencia o una corriente de opinión favorable. Pero el plan no es el de vínculo alguno que pueda enlazar la propuesta, programa, plan u opinión a una a la tesis. El plan es una hipótesis de acción cuya función es corregirse a sí misma para adaptarse a la tesis. El procedimiento de corrección mediante la praxis no es refutar o confirmar si el plan puede vincularse a la teoría en que se sustenta, ya que los propios fines teóricos se imponen como consignas irrenunciables. La autocorrección del plan mediante la praxis sirve simultáneamente de proceso de refutación y de confirmación.

EXPLOTACIÓN

Disfrazándose con el rótulo de “socialismo científico”, el socialismo pretende estar en condiciones de demostrar lo indemostrable, que su plan de acción, basado en el constructo de la “lucha de clases” (por ejemplo), es el camino que asegura cómo alcanzar el ideal utópico.

La lucha de clases se presenta como el medio para acabar con la explotación del hombre por el hombre. Que existe esta explotación es indudable. Que esta explotación pueda reducirse a los términos de una explotación de una clase social por otra es un constructo claramente refutable porque es históricamente variable. No hay modo de mostrar que la pretensión de que una clase social represente históricamente un plan de emancipación humana sea una conjetura. Si fuera así, no habría explotación del hombre por el hombre entre los miembros de la clase social destinada a erradicar la explotación. Habría convivencia, armonía, solidaridad, igualdad y paz. 

REALISMO

La experiencia histórica muestra que esa armonía no existió ni existe en ningún grupo social, ni siquiera entre aquel en que más podría tener cobijo, como la familia. Se arguye que la diferencia de intereses medida por el dinero y la propiedad son las causas de esas diferencias. Pero si así fuera no se daría en las pequeñas comunidades que han renunciado a la propiedad para vivir en común. Ni se entendería el sacrificio incondicional de los padres para mantener a sus hijos o el esfuerzo de muchos hijos para mantener a sus padres. Es el ámbito propio de la solidaridad afectiva que reconoce Honnet.

También habría de manifestarse alguna diferencia entre sociedades regidas por el principio socialista y las que re resisten a aceptarlo. Pero, lejos de apreciarse alguna mejora, allí donde mediante la lucha de clases, la dictadura de clase o la violencia revolucionaria ha impuesto el socialismo, la cohesión social solo se obtiene aumentando la coacción y la violencia. La explotación del hombre por el hombre en regímenes que eliminan la propiedad privada, se presenta como explotación del individuo por el partido, por el gobernante o por el autócrata. 

DIFERENCIA POLÍTICA 

La diferencia entre la utopía socialista y la utopía cristiana resulta de la distinción entre realismo e idealismo. Ambos “ismos” coinciden en los mismos ideales utópicos, porque la utopía ilustrada resulta de la secularización de la utopía cristiana. Mientras que el cristianismo sabe que sus ideales son en este mundo inalcanzables y, por eso, utópicos, el idealismo materialista los concibe como fines racionales políticamente realizables. Creyeron invertir el idealismo, al reducir la realidad a materialidad y la materialidad a relaciones económicas de las cuales las ideas son trasuntos. Pero tal reducción es también una tesis dogmática.

Se diferencian, por tanto, en que, aunque ambos ideales comparten la pretensión de utopía, la cristiana es realista, no idealista. Parte de la comprobación de que la explotación del hombre por el hombre se da en cualquier situación o circunstancia y que ningún plan de dominación social aplicado mediante la violencia del príncipe bienintencionado o de la lucha de clases resentida puede conciliar la libertad con su aplicación forzosa. 

DIFERENCIAS UTÓPICAS

Primero, la utopía cristiana no tiene por fin realizarse en este mundo. Es utópica en un plano trascendente. Es una tendencia a la que se puede acercar más o menos, pero no se puede planificar, sino es por la coacción o la fuerza, pero la coacción y la fuerza como método es incongruente con los fines. ¿Cómo métodos violentos y represores pueden generar fines benevolentes y pacíficos? Gracias a que la historia es dialéctica se sintetizan las contradicciones. ¿Y quién confirma que la historia responde a una dialéctica y que el entendimiento es capaz de captarla? La razón humana. ¿Y qué es la razón humana? La razón de Hegel, de Marx, de Lenin, de Mao y de Fidel Castro… 

Segundo, la utopía cristiana es personal, no es una utopía social. Es una conversión de cada hombre en particular, no un método de transformación de la humanidad. El hombre que la anuncia no se proclama representante de la razón humana, sino del dolor humano. No propone un remedio colectivo, sino un ejemplo de vida que imitar. Ese ejemplo es a la vez utópico y realista en sentido estricto: nadie está en condiciones de imitarlo cumplidamente, porque ese hombre es a la vez Dios. Es realista, no ofrece una fraternidad universal accesible en este mundo a través del movimiento de la historia, sino un mensaje cuya eficacia depende de que la conducta personal sea fraterna. De antemano se reconoce que no es posible seguir plenamente un modelo que supera la medida humana, pero, si cada uno cambia, se puede aproximar hacia lo que la trasciende. Es un desafío que exige la conversión moral individual. No es una utopía colectiva, que pueda alcanzarse por el esfuerzo de la praxis racional.

Tercero. La lucha de clases, o cualquier otro instrumento de planificación colectiva, es idea, no materia, de una razón individual o de la rectificación crítica de otras razones individuales, no procede de una razón colectiva. La progresividad de la historia no es accesible por la razón humana y ninguna razón humana puede abarcar el movimiento total de la historia. La categoría de totalidad es inaccesible e inabarcable a la razón. El totalitarismo consiste en arrogarse la representación de la totalidad. Lo que llaman praxis del socialismo científico es tan vulnerable y dependiente de la incertidumbre como cualquier otra idea personal. Cuando la crítica de la razón instrumental apela a la categoría de totalidad es incongruente con la crítica del positivismo científico. Si la pretensión del positivismo es dogmática cuando se erige como última instancia, la crítica de la razón instrumental es dogmática cuando se erige en tribunal de última apelación.

Cuarto. El realismo cristiano presenta la utopía fuera de este mundo. La supedita en este mundo al esfuerzo personal para evitar que un hombre explote, es un modo de decir, “se aproveche”, de otro hombre, cualquiera que sea la circunstancia social en que se halle. La utopía social es una justificación de la explotación, es decir, la sujeción coactiva de los hombres a una autoridad coactiva legitimada por la promesa inverificable de que es mediación necesaria para alcanzar el reino de la libertad.

Quinto. Al trasladar la utopía fuera de este mundo, el utopismo cristiano se sitúa en el orden de la realidad de la vida, de la experiencia del mundo, independientemente de que se tenga o no se tenga una fe.

ESENCIA DE LA UTOPÍA

Sexta. Si se prescinde de la fe, la noción de utopía es vulnerable a la misma crítica a la que expuso Feuerbach La esencia del cristianismo. La lucha de clases y la conciencia de clase son, como la idea de divinidad, proyecciones humanas alentadas por el deseo utópico. Un deseo nacido de elevar el resentimiento de la relación de servidumbre o del afán de revancha que brota de la asimetría de las sociales circunstancias y de su reglamentación. La supremacía o la servidumbre tradicionalmente transmitidas entre rangos humanos establecidos por las reglas, los vínculos sociales o la costumbre. La promesa de una mejora encubre que el remedio consiste en invertir una situación previa, que puede ser o no socialmente justificada por hábito, ley o tradición, en su contraria. De la inversión no se infiere una igualación o una mejora. La experiencia muestra que, en el caso de las revoluciones, la empeora; en el caso de las revueltas sociales, si no son aplicación de un plan, pueden mejorar o estabilizar una reforma que no siempre compensará el daño ocasionado. Aunque no podamos suscribirla, se comprende la exclamación de Goethe “prefiero la injusticia al desorden”. Valdría si no fuera porque el mantenimiento del orden no puede servir de coartada a la injusticia o a la mentira. Resistir forma parte del realismo humano, si no fuera así ni el sacrificio ni el ejemplo de los mártires podría fructificar en suelo terreno. 

Generar la ilusión utópica como un proyecto de futuro realizable para justificar que, en el presente, se someta a los ciudadanos a una situación de servidumbre y de explotación como senda para la fraternidad humana, es un plan utópico irrealizable. Admitir la arbitrariedad de la esclavitud y la servidumbre impositiva tampoco pueden servir de coartada para justificar la impunidad del trato inhumano.La bondad o maldad humanas no dependen de la situación o circunstancia sociales. En cualquier situación o circunstancia social, aunque sea de servidumbre o de dependencia, se puede ser mejor o peor persona, puede un hombre explotar a otro hombre, aprovecharse de él, ayudarle o socorrerle.

CONTRA OPORTUNISMO SECTARIO, GOBIERNO DE CONCENTRACIÓN

No basta con declarar amor para detener los tiempos del cólera. Este es un gobierno desbordado, cuyo jefe de filas lo fía a las palabras. Pero el cólera del coronavirus avanza inmune a las declaraciones amorosas.

Sus comparecencias en los medios públicos no solo son copiadas, como todo el mundo sabe, sino que, por saberse que son remedos, suenan falsas. Que sean copiadas, las hace tan sospechosas como la tesis doctoral o el manual de resistencia. Cada día que pasa, aumenta la frustración entre ciudadanos que luchan contra la infección y elevan su moral para no desmoronarse. El testimonio hace más patente a sus ojos que, quienes contribuyeron frívolamente a acelerar la pandemia, no pueden ser los gestores indicados para atajar la crisis que ha desencadenado su irresponsabilidad.

A pesar de la evidencia, el gobierno no se decide a aterrizar en las pistas de la realidad. Probablemente la indecisión se debe a que no saben ni cómo ni dónde poner las ruedas. Desdeñaron en su día las señales de urgencia que les llegaban de todos los indicadores, no solo desde China, sino de Italia -lo cual pudo permitirnos escarmentar en cabeza ajena-, las recomendaciones de la OMS, las de los especialistas y la del sentido común. Si la excusa fuera que no lo supieron ver a tiempo, la interpretación más dulce de las posibles, dejaría más manifiesta su incompetencia. Se desatendieron en el Parlamento las razones de una oposición que tendió incondicionalmente el guante blanco. Lo que tenemos ahora es la curva de progresión -aunque desfigurada, porque no se han establecido controles poblacionales, sino controles selectivos- más elevada del mundo.

Esto ocurre porque sectarismo y fanatismo se unen como principio gestor para contraponer una verdad oficial a la que sacude a la España real. Este gobierno nació de la estratagema, de la contradicción entre lo prometido y lo que hace, lo sostiene el cambalache entre partidismos contradictorios que tratan de mantener un equilibrio inestable, donde el tira y afloja de las concesiones se consuma de espaldas a los ciudadanos y ahora también del Parlamento. 

Ocurre mientras el coronavirus avanza incontenible. Nadie ignora hoy, porque lo dijo la vicepresidente, que el machismo mata más que el coronavirus, pero quien lo dijo era inmune al machismo, no al coronavirus. Ahí la tenemos víctima de sí misma. Las sucesivas comparecencias de Sánchez no se han dirigido a informar a los ciudadanos, sino a entretener a la ciudadanía aparentado que la informaba. Las medidas son aparentes; las que no son aparentes, no hay modo de saber cómo cumplirlas; las que pudieran cumplirse, están falseadas: no son novedades sino créditos debidos impagados. 

Como esencia de lucha contra la epidemia promueve contra viento y marea la imagen irremediablemente maltrecha. Lo está desde que un fatídico ocho de marzo, marcado ya a fuego como fecha fúnebre, la pandemia se extendió como un reguero de pólvora por las calles madrileñas pobladas de manifestantes antimachistas y aficionados futbolísticos. La tarea principal del gobierno desde entonces, no ha sido gestionar el coronavirus, sino gestionar la campaña para hacer de la imagen del presidente el edulcorante que salvaguarde una respetabilidad que él mismo puso en entredicho al formar su gobierno. 

La imagen es lo único que les preocupa. No es extraño, es lo probado que saben hacer sus innumerables asesores. A ello se dedican Iván Redondo, la directora de RTVE, el encargado del CIS. Sánchez ha conseguido resistir electoralmente, a la baja, y formar un gobierno, haciendo lo contrario a lo que había prometido que no haría. Un gobierno montado sobre esos mimbres contrapuestos y oportunistas, donde cada socio tira de la manta para cuidar su corral insultando al ajeno, es impotente para gestionar una situación de emergencia general. 

La situación se sobrelleva gracias a la lección diaria de entrega y profesionalidad de una población que se resiste a doblegarse entre aplausos y caceroladas. Diariamente llegan por las redes lecciones heroicas de pundonor. Son proporcionales a los recursos de cada cual, algunos de corto alcance, otros de amplia irradiación como las iniciativas de grandes empresas y entidades bancarias que se anticipan a los gestores públicos. Pone en evidencia el fanatismo que aflora dentro del gobierno y el sectarismo irrefrenable de sus socios. Hay que ocultarlas o deslegitimarlas como sea. A hacerlo se dedica sin sonrojo la sexta compañía.

Si quedara responsabilidad en Sánchez, se harían verdaderas las apelaciones a la unidad que sus asesores copian para ponerlas en su boca. Unidad, sí, no de boquilla, unidad efectiva, unidad parlamentaria nacional. Una crisis de todos, requiere un gobierno que represente de verdad a todos. Sería una demostración fiable de unidad. La unidad administrada por un gobierno de concentración, no por un gobierno de división. La mano tendida por Casado está en el aire. La única mano en la que Sánchez puede confiar para que su llamada a la unidad sea creíble, efectiva.

Cada día se pone más ardua consolidar la unidad pregonada. El ocho de marzo es fecha de todas las comidillas. Que la eludan las comparecencias de Sánchez, las informaciones de El País, RTVE, la Ser, la Sexta, la confirma como la fecha en que el coronavirus pasó a ser en España una plaga indisimulable. El Gobierno no puede parchear las vías de agua que se abren por las grietas cada vez más amplias de su campaña informativa. Un gobierno capaz de vivir de una imagen prefabricada, incapaz de frenar una pandemia como no sea al coste de tener que sustituir las funerarias por campamentos fúnebres. 

Publicado en El Debate de Hoy

DEMOS GRACIAS A LA MANIFESTACIÓN DEL CORONAVIRUS FEMINISTA

(Publicado en El Debate de Hoy 16/03/2020)

El Gobierno pospuso frenar lo que se venía encima. La manifestación del coronavirus era prioritaria para mentalizar ideológicamente al personal.

El New York Times del pasado viernes 13 de marzo tituló así: “España se convierte en el último epicentro de coronavirus después de una respuesta vacilante: tras permitir masivas concentraciones en la capital, la titubeante respuesta del Gobierno declarará el estado de emergencia. El número de contaminados salta a más de 4200”. Si la declaración de alarma se hubiera producido una semana antes, este título no hubiera reflejado el estéril patetismo de un mensaje paternalista de medidas irresolutas, devaluadas por el desconcierto de un Gobierno incapacitado para el liderazgo desde que las retrasó irresponsablemente.

En lugar de dar la cara y pedir perdón por el irreparable error de jalear manifestaciones que debió suspender, tras dar la callada por respuesta durante diez días a la reclamación de medidas de la Comunidad de Madrid, Pedro Sánchez enmascaró su irresponsabilidad dando retóricamente las gracias como si fuera ajeno al desastre.

Puede que tenga razón. Confinados a causa de la frivolidad del sectarismo feminista sentado en el Consejo de Ministros, los españoles tenemos motivos para dar graciasno al Gobiernosino al coronavirus que ha puesto en evidencia que el envilecimiento fanático protegido con guantes favoreció que la epidemia se extendiera entre los convocantes.

Gracias al coronavirus sabemos que el líder de los que provocaron la estampida reclama ahora unidad para ocultar su error pidiendo gracias emulando a los independentistas sediciosos y a los etarras que no han pedido perdón por sus crímenes.

Gracias al coronavirus queda patente que lucir lazos amarillos o hablar catalán no sirven a los sanitarios en Cataluña y Baleares para atender a confinados y a enfermos, pero se demuestra que el independentismo aprovecha hasta las mayores catástrofes colectivas para servir a su causa. Mientras Bildu arrebataba el ayuntamiento de Estella a Navarra Suma, Quim Torra persistía en desmantelar el Estado desbordando las competencias autonómicas.

Gracias al coronavirus nos enteramos de que el Estado, además del 155, tiene otros recursos contundentes para hacerse respetar, y que hasta un Gobierno cobarde, vacilante y desbordado puede usarlos cuando la realidad acaba desnudando al sectarismo ideológico.

Gracias al coronavirus, a destiempo y a hurtadillas, lo que parecía imposible desde la alianza en la moción de censura con los independentistas, después de dos años de ninguneo, se hace posible contar con la oposición para defender los intereses de los españoles y no ceder a la voracidad corrosiva del independentismo.

Gracias al coronavirus la realidad se impuso sobre la ideología desde que Javier Ortega Smith confesó el error de Vista Alegre. Confesado, quedó al descubierto el encubrimiento de la epidemia por el Gobierno. No llevaba guantes como las ministras que asieron las pancartas, pidió perdón y se confinó, mientras Sánchez se escondía.

Gracias a que el coronavirus prendiera en Irene Montero, Sánchez tuvo que comparecer, aunque ya fuera tan tardío que el Ibex 35 recibió su declaración de intenciones con una pérdida de más del 14%.

Gracias al coronavirus sabemos que las medidas inspiradas en el surrealismo ideológico que anima el proyecto de Presupuestos, son tan inútiles que será necesario prorrogar nuevamente las prorrogadas cuentas de Cristobal Montoro.

Gracias al coronavirus sabemos que el Gobierno pospuso frenar lo que se venía encima al priorizar una manifestación de mentalización ideológica. Les urgía vociferar en las calles contra la sociedad patriarcal que las oprime para que el jefe del Gobierno compareciese luego como un patriarca que agradece al ciudadano un confinamiento servil.

Gracias al coronavirus se demuestra que, cuando la ideología supedita la realidad a sus conveniencias, se da de bruces con ella. Una inesperada anticipación de disposiciones para atajar la epidemia de las comunidades riojana y madrileña, dejó en evidencia a un Gobierno irresoluto que fingía no haber motivos para la alarma que diez días más tarde se vio compelido a declarar.

Gracias al coronavirus queda en evidencia el sectarismo de RTVE que, arropada por otros medios privados, se vengaba de que la comunidad madrileña, que exigió al Gobierno resoluciones y medios desde una semana antes, anticipara la alarma por la situación.

El aval que esconde el Ejecutivo

Gracias al coronavirus la solidaridad llama a las puertas cerradas de los domicilios españoles. No hace falta desempolvar memoria histórica  alguna. Basta el pasado reciente para actualizar qué dijo y cómo atacó Sánchez a Rajoy y cómo respondieron sectores sindicales y sanitarios contra el Gobierno durante la epidemia del ébola. El sectarismo sanitario se apiadó del perro de una trabajadora contagiada cuando rechazaba la repatriación del religioso Miguel Pajares para morir entre los suyos. Tales son los avales que esconde el Gobierno para solicitar ahora solidaridad.

Gracias al coronavirus el sindicalismo descubre el patriotismo y que los militares son mejores que ellos. Ni los que se atribuyen la salvaguarda de la sanidad pública han llamado a la huelga durante la irradiación epidémica. Ni la UGT o Comisiones aprovechan la oportunidad que ofrece San José o la Semana Santa para hacer al ciudadano rehén de sus consignas.

Gracias al coronavirus nos aseguramos de que los movimientos migratorios merecen ser analizados más a fondo que apelando a la demagogia bienintencionada. Los emigrantes no saltarán las vallas en Ceuta y Melilla. Los madrileños son recibidos con el eslogan Go homeen Murcia. Las pateras no serán acogidas con el Welcome en Madrid.

Gracias al coronavirus las consignas corporativas del sindicalismo de clase quedan desmentidas. Cabe optar entre trabajar en casa o fichar en una oficina. Los convenios colectivos son letra muerta si el trabajo puede realizarse a domicilio sin control sindical. Querían una reforma laboral a su medida y la medida del coronavirus ha desbaratado sus medidas.

El fanatismo no libra del contagio

Gracias al coronavirus la tecnología del siglo veintiuno desmiente la ideología de género. Los obcecados de la LGTBI, saben ya que la educación de los hijos no es función del Estado, sino de los padres que los cuidan a domicilio. Si los padres no alcanzan, corresponde a los abuelos, aislados ahora por la cobardía gubernamental.

Gracias al coronavirus, hasta los contumaces del Gobierno aprenden que la deuda pública tiene límites ya desbordados; que con la Bolsa no se juega, porque son los chinos comunistas los primeros que juegan con la bolsa; que la prima de riesgo no está al servicio de los caprichos del capitalismo más salvaje, o sea el capitalismo de Estado gestionado por un Gobierno indeciso.

La manifestación del coronavirus mostró el rostro de la insensatezSi la de Colón fue un error estratégico de la oposición, la del coronavirus ha desmontado los argumentos de un feminismo ansioso que se manifiesta protegido con guantes exponiendo irresponsablemente a los convocados a convertirse en propagadores de la epidemia. Gracias al coronavirus, ni el fanatismo los ha librado del contagio.

EL EXTRAÑO DERECHO A DECIDIR NO SER ESPAÑOL SIN DEJAR DE SERLO

He leído la transcripción del debate entre Oriol Junqueras y el ministro García Margallo. Interesante, pero hay un asunto que voy a comentar porque creo que quedó en el aire:

Según Junqueras los catalanes al independizarse seguirán en la Unión Europea porque no dejarán de ser españoles por aplicación del Aº 11 de la Constitución.No entro en si esta interpretación es o no correcta. Entro en lo que a mi modo de ver resulta inconsecuente y éticamente impresentable.Si la mitad de los catalanes quieren ser independientes manteniendo a la vez la nacionalidad española, entonces el debate en torno a la independencia es un asunto que afecta a todos los españoles y no a los catalanes, sean o no independentistas. Si todos seguirán siendo españoles nos corresponde a todos los españoles decidir sobre la independencia de aquellos que seguirán siendo españoles aunque se independicen. La idea de que Cataluña puede ser sujeto de un derecho a decidir se resquebraja, porque la reclamación de tal derecho significa que ya han adoptado la decisión de excluir a los demás españoles mientras algunos van a seguir siéndolo antes y después de decidir si quieren o no independizarse.Si se invoca de este modo el derecho a decidir, entonces no son los catalanes quienes lo invocan, sino un grupo de españoles que, por razón territorial, quiere desgajarse de otro sin dejar de ser españoles al desgajarse.

Si son españoles que conservarán la nacionalidad española, el sujeto de la decisión son los españoles no los habitantes de un territorio español. Por supuesto, cualquier otro territorio podría reclamar la independencia invocando un “derecho a decidir” que excluyera a los demás españoles de ese derecho para obtener alguna ventaja sobre los demás por independizarse.

Esto es cualquier cosa menos igualdad ante la ley. Distinto sería que ese derecho consistiera en “derecho a decidir no ser español”. Lo que no puede ser es “derecho a ser independiente de los españoles manteniendo la nacionalidad española y negando a los demás españoles que puedan decidir sobre si unos españoles pueden o no independizarse de los demás permaneciendo como españoles”. Aparte de que es un galimatías, si mantienen la nacionalidad española la decisión sobre si se independizan o no corresponde a todos los españoles. De otro modo significaría que los catalanes ya habrían decidido independizarse de los españoles antes de decidirse a ser independientes y que a los demás nos negaran un derecho del que solo disfrutan algunos.

Luis Núñez Ladevéze

Catedrático

 

 

CRONICA Y SONETO DE UN PEREGRINO A TIERRA SANTA

Peregrino en Tierra Santa

En busca de consuelo, peregrino,

llegaste a estas tierras transitadas

desde hace dos mil años, por pisadas

que siguieron a Cristo en su camino.

Cristiano, israelita o palestino,

a todos nos alcanzan, abrazadas,

las aspas de su cruz, apalabradas

en Verbo de su Espíritu Divino.

Peregrino, te marchas renovado

viniste hasta el Jordán desde Belén

en busca del perdón, y perdonado.

Nazaret, Jericó, Jerusalén,

Abba, padre, Jesús resucitado

prosigue junto a mi, Señor, Amén

(Luis Núñez Ladevéze)

 

CRÓNICA PROFANA DEL PEREGRINO A TIERRA SANTA

Lo que más impresionó a este viajero es la precisión con que los Evangelios describen la zona en que Jesús ejerció su Vida Pública. Tal vez sea un comentario superficial, pero tiene la virtud de ser sincero. Acaso porque un día antes de salir, vi por la DOS de TVE a un especialista, presunto historiador que aseguraba con gesto dogmático y, según decía, “científico», que el Evangelio es una sarta de mentiras y la causa principal del odio histórico contra los judíos. O sea, que los exterminios de Matahussen y Auschwitz son consecuencia de una patraña urdida por la imaginación de los evangelistas. Comprobar que el castillo de Herodes, la vía dolorosa, el Santo Sepulcro, Getsemaní, el huerto de los Olivos, están donde tendrían que estar si los Evangelios fueran verdaderos, es decir, están en su sitio, y que todos los detalles encajan con exactitud en los lugares indicados por quienes lo contaron, esto es lo que a mi más me ha llamado la atención de este viaje. Cuando en Semana Santa se lee la Pasión, mi imaginación no acaba de emplazar bien los lugares, no interpreta las distancias, no capta el escenario. Muchas veces me he preguntado cómo pudo Cristo llegar a hacer el recorrido de ida y vuelta del Palacio de Pilatos al de Herodes y subir luego al monte Calvario tras los latigazos y la corona de espinas; o cómo pudo Pedro oír el canto de un gallo tres veces tras los muros del recinto palaciego. Allí lo entiendes, es decir, ves que todo está al alcance, y que lo que desconcierta a la imaginación encaja con lo que encuentras. Comprobé sin proponérmelo, que, al cabo de dos mil años, el testimonio evangélico es proporcionado a la realidad que visitas. Para mí, esto fue lo principal.

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IDENTIDAD DEMOCRÁTICA Y REVOCACIÓN DEL PODER

Tras la acentuación de los problemas derivados en las sociedades occidentales por la asunción de un criterio multicultural de integración de oleadas de emigrantes y del costo, a veces sangriento, que ha habido que pagar como consecuencia de esa política, la idea de que es preciso salvaguardar a la sociedad abierta de sus cada vez más numerosos enemigos infiltrados entre los acogidos, ha ido tomando cuerpo en la opinión de muchos ciudadanos. El principio es fácil de enunciar pero difícil de articular. Se corre el riesgo de que las medidas que se proponen para asegurar la sociedad libre entre iguales impliquen alguna renuncia a los principios de libertad e igualdad que se tratan de proteger.

La fórmula que razonamos para la resolución de estos conflictos es la tácita o expresa suscripción de una identidad básica resolutiva que denomino “identidad democrática”.

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