Aunque lo parezca, no es una novelita policiaca, ni un cuento de intriga. Pero si hay que hacer una averiguación sobre una situación un tanto misteriosa.
Para los visitantes de nuestra ventana al mundo, a quienes imagino numerosos y plurales, convendría una mínima referencia al escalafón; y en esta circunstancia me refiero al de la Carrera Diplomática. Los diplomáticos españoles son un pequeño colectivo; los profesionales en activo no superan el millar, número reducidísimo para el amplio despliegue de España en el planeta. Los hay de todos los sexos, colores y plumajes; tampoco siempre bien avenidos, pues la ocasional acusación de corporativismo es falsa. No creo que en comparación con grandes y medianas potencias seamos muy diferentes.
La lista de los diplomáticos el llamado escalafón, según el DRAE es la lista de los individuos de una corporación, clasificados según su grado, antigüedad, méritos, etc. Mi provecta edad obtendrá de la benevolencia de los lectores tolerancia con la falsa modestia de una “auto-cita”. En un libro aparecido en 2013 en la colección La valija Diplomática y con el titulo Las papeleras del Reino hice ya sesudas y jocosas consideraciones sobre tan preciado documento (páginas 53 y siguientes); reitero aquí que es apreciado, coleccionado y consultado. El último publicado es de primero de junio de 2017, desde entonces no había aparecido ninguno y ahora se distribuye en la red uno recién confeccionado. Debe ser el primero de nuestro actual gobierno de coalición sanchista-comunista.
Observo como muchos otros compañeros y amigos que le falta la última parte, donde en años anteriores se relacionaba el personal diplomático jubilado con su categoría, en el caso de los Embajadores de España de carácter vitalicio. Esta mutilación disgusta y preocupa. Para muchos es prueba de su supervivencia, pues los que no aparecen han pasado a un destino eterno. R.I.P. Para otros, todavía aquí, es recuerdo de un pasado a veces mejor.
En la historia de la humanidad hay múltiples antecedentes de similares supresiones. Con la que está cayendo, quizás sea un asunto baladí para la ciudadanía, pero si lo creo trascendente para un colectivo que ha desempeñado el papel de contar España al mundo y que afecta a su honra, que “es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”, en decir de nuestro gran clásico.
Los asirios y mesopotámicos amañaban sus tablillas cuneiformes de arcilla, lo que resultaba fácil. Las leyes de la ciudad estado de Lagash, en los albores de la escritura, eran cilindros y conos arcillosos que desaparecían sin dificultad mayor.
En el Egipto de los faraones algunos solían borrar –y estaban esculpidos en piedras, algunas duras- el cartucho con el nombre en jeroglífico de un antecesor castigado, como pasó con Akenatón por proclamar un único dios, olvidando a las variadas divinidades que perviven hoy en monumentos y papiros. En su caso, se arrasó además la nueva ciudad de Tell El Amarna.
En el mundo de la Grecia clásica, en Efeso se incendió voluntariamente por guerras religiosas una de las maravillas del mundo, el templo de Artemisa, cuyo recuerdo había sido proscrito.
La damnatio memoriae, calificativo que empezó a utilizarse en el Renacimiento, era practicada en el Imperio Romano. Caracalla, gran tirano, asesinó a su hermano Geta y mandó borrar todos los retratos de la familia de Septimio Severo y de su esposa Julia.
Al comienzo del Cristianismo, el Papa Esteban VI arrojó al Tíber el cadáver de Formoso, su antecesor, a quien desenterró para hacer desaparecer su memoria de entre los vivos.
En el palacio de los Dogos de Venecia, la sala del mayor consejo fue despojada de algún retrato para no recordar a un Dux, a quien su sucesor había considerado indigno.
Más cerca, en la Unión Soviética se borraron nombres, fotografías y menciones de los proscritos, aun antes de ser físicamente suprimidos, como Trotsky y otros camaradas condenados.
Los dirigentes que no son capaces de asumir su propia historia crean ministerios de la verdad para ir reescribiendo los sucedidos de épocas anteriores. George Orwell nos lo cuenta en su utopía 1984; en la mítica potencia totalitaria Oceanía, los enemigos desparecen vaporizados de todo registro y periódico.
No solo en la literatura. En la Argentina post-peronista fue prohibida la mención del general: Perón que grande sos…
Cabría mencionar la revolución cultural china de Mao, la lista negra de Hollywood y muchos más ejemplos.
Aquí mismo, en España la Ley 52/2007 de 25 de diciembre de memoria histórica dispone en su artículo 15.1: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.
Ya antes, el Gobierno del Partido Socialista Obrero español, tras las elecciones de la primavera de 1982, decretó una purga de diplomáticos veteranos rebajando la edad de jubilación de los 70 a los 65 años, quizás para eliminar, no al estilo soviético, sino por destierro administrativo.
En Egipto, ya con su vieja tradición, desaparecieron los nombres de Hosni Mubarak y su esposa Suzanne tras la Revolución de 2011; sus nombres fueron eliminados de calles, parques, edificios y otros lugares públicos.
¿Cuál es ahora el misterioso motivo de nuestra damnatio memoriae?. ¿Será un adelanto de la puesta en práctica de la futura ley de eutanasia? ¿Querrán reducir la bolsa de las pensiones o los gastos de la seguridad social?
Muchos estamos en tiempo de descuento sin ayuda del covid. En la ola de supresiones, desde la libertad de educación hasta el uso del español, nuestro idioma universal, no cambia demasiado la eliminación de la memoria de unos ancianos embajadores de España y viejos funcionarios, que tuvimos a gala y honor servir al Reino.
Pidamos a la divinidad y a nuestro Santo Patrón el Arcángel San Gabriel que se disipen estas nubes y reaparezca un escalafón como toda la vida… (de nuestra Carrera). Quiero además ser optimista y pensar que el muñón del último escalafón no tiene más misterio que un olvido de una administración en la línea de ineficacia y errores de los últimos tiempos. ¡Que este virus informático no sea anuncio de peores cánceres!.
Salud, paz y bien para todos.
Antonio Ortiz García Embajador de España