¿Quién es el Espíritu Santo? Para muchos continúa siendo todavía el Gran desconocido. Pero dentro de la luminosa obscuridad del misterio, alcanzamos un cierto conocimiento. Y así en el misterio capital del cristianismo, la Santísima Trinidad, tenemos un conocimiento por la fe y por la experiencia personal del alma, de cada una de las tres divinas Personas.

La Santísima Trinidad.(Talla en piedra S XIV)

Así sabemos del Padre eterno, a quien especialmente se atribuyen la creación y la omnipotencia. Y de Dios Hijo, que se hizo hombre por nuestra salvación. Sin embargo, conocemos menos al Espíritu Santo, a pesar de su acción constante y eficaz en cada uno de nosotros. “El Espíritu Santo con su gracia es el primero que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Juan 17, 3). 

En el tiempo es el último en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 684). Así lo explica un Padre oriental de la Iglesia: “El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto, no era prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida… Así por avances y progresos de gloria en gloria, es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos” (S. GREGORIO NACIANCENO, Orationes theologicae 5, 26).

            La fe cristiana acerca del Espíritu Santo ha sido expresamente manifestada en muchas ocasiones, a lo largo de estos veinte siglos. Así la enuncia el Concilio XI de Toledo, del año 675: “El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma substancia y también de la misma naturaleza. Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el Espíritu del Padre y del Hijo”. Y antes, el Concilio de Constantinopla del año 381 había declarado que: “Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”.

            Como la acción del Espíritu es callada, silenciosa, puede pasar fácilmente desapercibida: sin embargo El es quien hace posible en el cristiano el conocimiento de fe, el trato personal con Jesucristo Redentor, la captación de nuestra filiación con respecto a Dios Padre. La vida de la Gracia, que comienza en el Bautismo, tiene como impulsor al Espíritu Santo (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 683).

            Hay una Economía divina, que es la dispensación de los bienes espirituales a los hombres para su salvación y plena felicidad. En ella “el Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona” (Ibidem, n. 686).

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Acerca de Rafael María de Balbin

Rafael María de Balbín Behrmann es Sacerdote, Doctor en Filosofía por la Universidad Lateranense de Roma y Doctor en Derecho por la Universidad de Navarra. Ha dictado conferencias y cursos sobre temas de Filosofía, Teología y Derecho y ha escrito numerosos artículos en la prensa diaria de Venezuela. Ha sido Capellán del Liceo Los Robles (Maracaibo), de La Universidad del Zulia (Maracaibo) y de la Universidad Monteávila (Caracas) y Asesor del Concilio Plenario de Venezuela. Así como Director del Centro de Altos Estudios de la Universidad Monteávila.