El Servicio de Propaganda Imagen y Construcción de la “nueva realidad” que tiene sus raíces en alguna zona de la Moncloa, ha puesto a sus portadores de materia gris en marcha para tratar de insuflar algo de optimismo y alegría al pueblo -antes soberano- predestinado ahora a ser  protagonista pasivo.

Guiados por líderes preclaros que conocen mejor que nosotros mismos aquello que nos hará felices, seremos conducidos a la tierra prometida. Por tanto ahora han decidido que #salimos más fuertes -se supone que de la pandemia-y estoy convencido que esta vez, cosa rara, aciertan. Trataré de hacerles justicia. 

Escribo en primera persona, No pretendo dar por supuestos colectivos entusiastas o pretendidamente afines, a mi personal convicción que ahora, gracias nuestro “Conducator” -que así lo calificaría mi amigo Antonio Ortiz entrenado en la arena de su antiguo puesto diplomático en la Bucarest comunista de Ceasescu- me siento MÁS FUERTE, mucho MÁS FUERTE que antes de la pandemia.

Me siento más fuerte en la convicción de la absoluta carencia de decencia política, suponiendo que esa categoría mantenga aun cierto grado de existencia después de Maquiavelo. Apoyarse en los “íntimos” de los que asesinaron a compañeros de partido de la altura de Pagazartundúa, Enrique Casas o Fernando Mújica, Tomás y Valiente y otros muchos más, con el fin de mantenerse en el sillón, es un índice de la capacidad de indecencia alcanzable por el ser humano. Pero claro el objetivo es combatir un virus pandémico y eso lo justifica todo, hasta dejar a viejos y viejas -no digo nuestros mayores porque yo soy uno de ellos- morir en soledad con, en el mejor de los casos, una buena dosis de morfina.

Siento que salgo más fuerte, mucho más fuerte, en la convicción de que esa hipotética realidad -que ahora llaman discurso- construida a base de los materiales salidos de los talleres de lo políticamente correcto han conseguido convertir a los responsables políticos de turno en verdaderos hologramas que se sostienen en el espacio vacío mientras sus cuerpos materiales sonríen, no se sabe muy bien por qué motivo, desde los bancos de color azul de un parlamento.

Me siento muy fortalecido, salgo más fuerte, en la convicción que las matemáticas carecen de fundamento sólido -según demostró matemáticamente Göedel- lo que no deja de ser una curiosa paradoja. No hay más que intentar comprender las cifras de muertos comprobados, las de resucitados, las de muertos no comprobados químicamente, las de idos al valle de Josafat sin determinar exactamente por que motivos ni donde, para entender que, como atribuyen a Churchill, “las estadísticas como los bikinis es más interesante lo que ocultan que lo que enseñan”.

Podría seguir con una amplia lista de componentes vitales que, compruebo, han surgido #más fuertes en mi interior gracias a la actividad febril, contradictoria y en apariencia caótica, de los augures de la nueva realidad. Para resumirlos solo tengo que buscar en mi memoria una amplia escalera que hay a la entrada del colegio en el que fui bastante feliz durante diez años. En su arco de entrada puede leerse en letras de oro –“La verdad os hará libres”. Aunque, desde luego, esas palabras Joánicas  (San Juan 8,31-42) apuntan a una verdad que trasciende la vida política, no dejan de ser fundamento último de toda pretensión de verdad.

Preguntado un ministro de Franco sobre alguna situación concreta respondió al demandante ….”no olvide D. Fulano que una mentira es solo una verdad diferida en el tiempo”.