Acabo de llegar a mi casa tras volver, al cabo de tres meses de reclusión domiciliaria, al Museo del Prado. He recorrido la excepcional muestra que la gran pinacoteca ha preparado para el regreso a la vida más cercana a la normal.
He tenido la suerte de encontrarme al Profesor Falomir, a quien he felicitado efusivamente por su trabajo. Nuestra brevísima charla ha tenido por testigo al gran Cesar Carlos, que mostraba íntegra su anatomía, en hercúlea interpretación de Pompeo Leoni. Su único ropaje, despojado de la armadura, son unas sandalias con las que parece aplastar la hombría del turco encadenado a sus pies. Pregunté al insigne director si mi percepción era correcta y obtuve la sagaz respuesta de que así se vencía al Furor, tal como se describe la escultura.
Al abrir mi única oficina, en la red, aparece un mensaje de mi amigo y compañero Servando de la Torre, quien me recomienda una conferencia de Felipe González Márquez, que se acababa de celebrar en Nueva Economía Forum, también en la nube –on line, dicen en la actual anglófonofilia – con la posibilidad de escucharlo.
Tras oír las sensatas y medidas palabras del hombre de Estado que nos llevó a Europa, y que rectificó ante la OTAN, me gustaría añadir que me alumbra una esperanza.
Las noticias del día, con los informes de la OCDE, hunden en el pesimismo a todo español consciente. Junto ambas vivencias de hoy digo; Felipe sálvanos. Puedes vencer al Furor.
De mis encuentros con González tengo grabadas varias imágenes, que mi memoria en ocasiones brumosa, todavía guarda. En la Moncloa, a poco de mi desembarco en la Rumanía (para mi Bucarest II) postcomunista como embajador del Reino en 1992, preguntó con su entonces mayor acento sevillano, ¿Qué esperan allí tras el fin de la dictadura? (las esencias de los Ceaucescu todavía no se habían evaporado del todo):
– Todos quieren ser Felipe González, fue mi respuesta. El prestigio de nuestro gobierno en el año de la Expo y las Olimpiadas había alcanzado su más alto nivel y el Rey Juan Carlos era uno de los jefes de Estado más admirado del planeta. Los nuevos políticos balcánicos, viejos apparatchiks, nos miraban y admiraban por ser la patria de Trajano, nuestro paisano hispalense y padre de la nación geto-dacia, heredera de los mílites romanos en su unión con los dacios.
En su respuesta a temas de los participantes en el acto informatizado de hoy, Felipe González afirmó con decisión que la actual Venezuela y Nicaragua no son países democráticos y descalificó a quienes aspiran a destruir nuestro actual entramado constitucional. Los herederos del pensamiento marxista leninista de la dictadura rumana que lanzan piedras de su furor iconoclasta contra el techo de nuestra casa común, pueden ser vencidos con la receta del pacto español y europeo que predicaba hoy Felipe.
En anteriores recuerdos de mis cuatro años en el Berlín -1984-88- rodeado por un vergonzoso muro, aparecen los dirigentes alemanes y su especial relación con González, quien hoy elogió a Merkel y a sus antecesores en la Cancillería. La capital histórica de Alemania era sede de reuniones y conferencias y alguna una vez me tocó acudir como Cónsul General de España; la cuestión repetida de Willy Brandt era Wo ist Felipe?. Y hoy contó que a la caída del muro le telefoneó a él y al artífice de la posterior reunificación germana.
Al referirme a los actores de la caída del muro yo recordaba, y así lo he escrito en un trabajo pendiente de publicación por la Universidad de Valladolid, que “nuestro jefe de gobierno mantenía cordial amistad con su correligionario Willy Brandt, como con el Canciller Helmut Kohl. En una ocasión, hizo unas declaraciones públicas en que afirmó este muro se cae con el diálogo. Muy lejos estábamos de ver convertirse en realidad aquella chocante afirmación al sentir cotidianamente la presión del muro.
Estas recetas –diálogo, pacto, europeísmo, interés de la mayoría, recuperación económica, ausencia de crispación, calma, serenidad, experiencia- y el discurso constructivo de Felipe González Márquez pueden aplastar el furor neocomunista del principal socio del sanchismo. Que el Emperador, en su esplendida desnudez, sea el numen de un mejor futuro para la tierra en la quiso morir y descansar.
Claro, que como me dice un amigo, prestigioso otorrinolaringólogo que también escuchó gustoso el coloquio de Felipe González, no hay peor sordo que quien no quiere oír. Pero somos cada vez más y en toda la geografía española seguiremos levantando la voz y con la fuerza de la palabra y el pensamiento conseguiremos despejar las amenazadoras nubes de la tormenta.
Antonio ORTIZ GARCIA. Embajador de España