La Ministra de Asuntos Exteriores del Reino aparece en una entrevista a una televisión británica contando en muy buen inglés, por cierto, cómo protegerse de  la pandemia. Visto desde una óptica de ciudadano y viejo servidor del Estado por el mundo, muchas veces en  puestos consulares, me gusta la forma, pero no el fondo.

No hubiera estado mal escucharla hablar de la actividad de su departamento en relación con los más de dos millones de españoles que residen y trabajan en todo el planeta, además de los muchos viajeros que requieran atención. Creo que a más de uno le habría gustado oír referirse  a actividades de su ministerio en momentos difíciles para todos y por tanto necesitados de bálsamo y consuelo. Como añadidura, los diplomáticos actuales podrían haber recibido algún elogio y respaldo, que siempre vienen bien, responden a la verdad, son poco frecuentes, más bien lo contrario y escasean en exceso.

Hace unos días acudí a un compañero, para sugerirle que tuviera un especial detalle para con una conciudadana amiga. Su reacción fue instantánea y al punto telefoneó a la joven recluida en su residencia estudiantil en una gran ciudad de los Estados Unidos de América. Hablar con su Cónsul General fue para ella como una medicina de alivio; quedó encantada, y así se lo contó a sus padres en Madrid. Di por supuesto que el funcionario ejercía con la máxima dedicación y entusiasmo sus funciones consulares y de protección. 

La ayuda y protección a los españoles fuera de nuestras fronteras es la tarea más noble y a veces más gratificante de la diplomacia y los asuntos exteriores. Y la titular actual de la cartera podría referirse a ella y no dar consejos médicos. Aquellos y no estos son sus verdaderos zapatos.

Aún lejos ya, desde el año 2006, del servicio  activo, mis afanes siguen de cerca mi profesión vitalicia y mantengo contacto con compañeros y amigos de la Carrera Diplomática española, cigüeñal del servicio exterior. Creo así firmemente que en todos los puestos consulares y diplomáticos de España en el universo mundo, mis continuadores de hoy serán plenamente conscientes de su deber y no vacilarán en el cumplimiento de su misión. 

Cuentan además con muchísimos más medios y apoyos que tuvo por ejemplo el modesto funcionario  abajo (o arriba) firmante el 23F, de triste recuerdo, y que siguió desde Lomé, capital de la República del Togo, donde se encontraba en misión, desplazado de su residencia permanente en la no tan vecina Acráa, capital de Ghana, sede de la Embajada de España, carente entonces de las actuales técnicas y comunicaciones. 

Como muchos, he hecho guardia en muy dispares garitas; desde las cárceles de Bangkok a las aguas pesqueras del Atlántico sur, esquivando revoluciones, tifones, algaradas, accidentes y enajenaciones, pero teniendo siempre claro mi compromiso de servicio con España y mi deber de protección al español. 

Hoy día, la tecnología permite maravillas que eran difíciles de imaginar cuando yo  ocupé en 1978, con entusiasmo y juventud mi primer destino de embajador, en la República de Ghana en África Occidental, sin teléfono, ni radio y con carencias ocasionales hasta de agua y electricidad. No puedo olvidar como, a base de esfuerzo e insistencia, algo conseguí. Al salir del puesto, tres años más tarde, deje una instalación de radio con teléfono y teletipo para comunicaciones escritas, grupo electrógeno automático en los cortes de suministro eléctrico y hasta un purificador de agua. Cierto que durante unos de los golpes militares de que fuimos testigos, nos tuvimos que beber la piscina. Al principio decía yo a la superioridad que la esencia de aquella perdida embajada coincidía con su propia existencia.

Hace ya muchos años que en el MAEC hay una Dirección General de Protección de españoles, teléfonos de emergencia consular y además cada vez que llega a un país el ciudadano recibe en su teléfono celular (hoy todo el mundo tiene uno) un mensaje del encargado de la sección consular correspondiente con los números y direcciones de apoyo. En los pocos países donde España no tiene representación, es otra nación de la Unión Europea la que,  se encarga de la protección de los españoles. Lo mismo hacemos nosotros con los ciudadanos europeos en algún país donde no tengan embajada o sección consular pero si nosotros.

Concluyo haciendo votos por que el tiempo y la ciencia acaben con el coronavirus y podamos seguir recorriendo y admirando el maravilloso planeta donde vivimos. Esperando paliativos y vacunas, todos debemos cuidarlo y protegerlo. La naturaleza es sabia, pero por si sola no puede luchar contra incendios, plásticos, residuos, epidemias, plagas y demás males de algunas actividades humanas.

Antonio ORTIZ GARCÍA. Embajador de España

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Acerca de Antonio Ortiz García

Antonio Ortiz García es Embajador de España. Tras diez años de docencia en la Complutense, sirvió a España como diplomático en Iberoamérica, Europa y África y en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Ha ocupado entre otros puestos los de cónsul en Metz, Berlín y Toulouse y embajador en Ghana y Togo, Rumanía, Organismos Internacionales en Viena y Hungría. Es Doctor Honoris causa por la Universidad de Craiova (Rumanía).