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Acerca de Antonio Ortiz García

Antonio Ortiz García es Embajador de España. Tras diez años de docencia en la Complutense, sirvió a España como diplomático en Iberoamérica, Europa y África y en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Ha ocupado entre otros puestos los de cónsul en Metz, Berlín y Toulouse y embajador en Ghana y Togo, Rumanía, Organismos Internacionales en Viena y Hungría. Es Doctor Honoris causa por la Universidad de Craiova (Rumanía).

LIBERTAD SI, COMUNISMO NO

La  última guerra civil, la cuarta desde la expulsión de los franceses, es una enorme tragedia, cuyos efectos todavía sufrimos los españoles.

Dada mi provecta edad, puedo recordar las variadas manifestaciones callejeras durante el franquismo. Son diferentes de las que aparecen en Telesánchez, al dictado de las consignas de los asesores de imagen del gobierno de coalición del nuevo frente popular, y siguiendo la normativa de la mal llamada memoria histórica, más bien desmemoria. 

Los jóvenes de hoy, si vieren la TVE, llegarían a creer que la segunda República fue un  régimen de grandes éxitos políticos, sociales y económicos, superó al fascismo y triunfó tras el golpe de 1936. La  última guerra civil, la cuarta desde la expulsión de los franceses, es una enorme tragedia, cuyos efectos todavía sufrimos los españoles.

Mi infancia, mi juventud y mi primera madurez transcurrieron durante la dictadura, cuyos últimos meses alcancé a ver en Madrid, a donde conseguí regresar de mi destino cesando en Francia el dos de mayo de 1975, fecha muy adecuada para despedirme de la vecina República. Insistí mucho a mis superiores del Ministerio de Asuntos Exteriores para volver, pues estaba convencido de que iba a pasar algo importante en breve. Y en efecto, pude asistir en primera fila –en cumplimiento de mis obligaciones profesionales-  al entierro del General Francisco Franco, con la asistencia de Pinochet y algún otro dirigente del estilo. 

Desde mi vuelta a la patria, inicié una columna de reflexiones políticas en el semanario EL EUROPEO, que aspiraba a ser un modestísimo  TIME, como ansiábamos su editor y el equipo de redacción. Firmaba con un pseudónimo algo críptico 36 + 39 = 75, que permitía diversas cábalas. En las tambaleantes estructuras de nuestro régimen totalitario de vía ya muy estrecha, mi ministerio no permitía en teoría fantasías liberales ni participación en críticas de imprenta. Luego continuó la epopeya de la transición democrática… y no debo irme ahora por las ramas.

Pero en esta ventana al mundo iba a contar mis recuerdos de los españoles, muchos españoles, manifestándose en calles y plazas y escandando antes de algún referéndum FRANCO SI, COMUNINISMO NO, FRANCO SI COMUNISMO NO, en concentraciones de autobús y bocadillo,  que daban muy bien en la televisión del régimen (siempre lo ha sido). 

Ya en el 54 y 55 cambiaron las consignas; GIBRALTAR ESPAÑOL, que derivaban en LIBERTAD, ELECCIONES y otros gritos que nos forzaban a correr delante de “los grises”  por la calle de San Bernardo al salir de la Facultad de Derecho, que se trasladó a toda prisa a la ciudad universitaria aquel año. 

La Universidad Central en la calle de san Bernardo

Desde entonces y hasta 1967, cuando salí de España hacia mi primer destino diplomático en la Republica Dominicana, del Caribe la más bella, como decían los merengues con toda razón, vi y oí, y a veces también corrí, gritos muy variados gritos desde ELECCIONES YA,  AMNISTIA, y muchos de FUERA FUERA,  LIBERTAD,. tal como ahora pero sin repique de cacerolas golpeadas, que debe ser una importación de Argentina. 

En los tiempos de la nueva peste y con el arresto domiciliario que se espera prorrogar al máximo para evitar concentraciones masivas (como ya hubo el pasado 8 de marzo), más de uno teme que con las medidas de reducción del turismo y de muchas actividades económicas se llegue al objetivo encubierto de destrucción del capitalismo y de los capitalistas.

Por mi experiencia del socialismo real (reel exisirinde socialismus) sé que para la construcción del socialismo el primer paso es la destrucción del capitalismo. Mis cuatro años, 1968-1972, en el paraíso marxista-leninista de Ceausescu, el genio de los Cárpatos, el hijo más amado del pueblo y otros elogios que dejan chico al centinela de occidente, me inocularon una duradera inmunización de anticomunismo. Recibí una segunda dosis de vacuna en la Republica Democrática Alemana en 1976, confirmada por cuatro años entre 1984 al 88, rodeado por el muro de Berlín, frontera de defensa antifascista en la terminología del antiguo sector soviético. 

Al ver lo que ahora vivo, pienso que esta vacuna no sirve para nada útil y pido al cielo que se descubra pronto y con eficacia la que todo el  mundo necesita.

Todos estos días, cerca de mi casa en Madrid, y cada vez en más en otros barrios de la capital escucho a gentes de toda edad que piden libertad y dimisión. Quizás alguno piense que los comunistas con los nuevos socialistas, más bien “sanchistas”, que forman la coalición de gobierno contra la que protestan, van a acabar con la actual monarquía parlamentaria y el régimen democrático que disfrutamos en la Unión Europea, que también se ve atacada por chalecos amarillos, partidarios del BREXIT,  izquierdistas extremos,  anarquistas, chavistas venezolanos, revolucionarios a la cubana, peronistas golpistas y demás canalla.

Estamos todavía muy lejos, no creo que lleguemos, pero hay ya un cierto tufillo y un humo lejano de quema de ideas y teorías, no creo que de conventos, como alguien que trona contra la Iglesia soñaría. 

Creo que sólo hay dos clases de comunistas: unos como el fallecido Julio Anguita, (RIP)  “dogmático incuestionable, orgulloso e iluminado por el halo de la utopía”,  como dice el más certero comentarista del reino, Ignacio Camacho en ABC. De esta clase no vi a ninguno en Rumanía, mi “paraíso de la clase obrera, campesina e intelectual” que yo viví durante cuatro años.

Alguno si encontré, pero fuera del telón de acero. Los otros, la mayoría, eran aprovechados y caraduras, aparachiks como mucha clase política profesional de hoy y aquí, que vivían a lo grande y disfrutaban de sus cortijos de esclavos sometidos. Estos son los que en España asustan a los manifestantes de las caceroladas.

Yo no quiero salir a golpear las señales de tráfico con palos de golf, ni machacar cacerolas, aunque sea con cucharas de plata, pero tampoco deseo vivir en ningún país sin libertades semejante a Cuba,  Nicaragua, Venezuela o Corea del Norte. 

Por eso seguiré diciendo todo lo alto que pueda y en todos los foros posibles  LIBERTAD SI, COMUNISMO NO, LIBERTAD SI COMUNISMO NO.

Y  salud, paz y bien para todos los supervivientes. Que los fallecidos por la pandemia y otras causas inconfesables descansen en paz. Mi más sentido pésame a sus deudos, familiares y amigos entre los que me cuento.

Antonio ORTIZ GARCIA. Embajador de España

La “santísima” dualidad

Mi formación juvenil en la ratio studiorum  de Loyola me llevaba a hacer indebido uso  –como pecador pido perdón a Dios por ello- de repetidas terminologías religiosas y aplicarlas a temas laicos.

Así, cuando vivía en los países del socialismo real, es decir en las dictaduras comunistas, aplicaba el término de santísima dualidad a la práctica perversa que permitía falazmente  al mando único  considerar que había una gran diferencia entre el Estado y el Partido.

Muy preocupante resulta que aquí y ahora (hic et nunc) tengamos muestras de afirmaciones paralelas. No es lo mismo, según hemos oído recientemente, el vicepresidente del gobierno hablando en el ejercicio de su cargo, que en calidad de líder de su partido de extrema izquierda y anti sistema haciendo declaraciones públicas contra las instituciones del Reino de España.

En la República Socialista de Rumanía, que yo viví a finales en los años sesenta y comienzos de los setenta se abrió la primera representación del tardofranquismo en la llamada entonces Europa oriental, lo que se calificaba en los antiguos pasaportes españoles como una de las zonas excluidas para viajar.  Había un sello que rezaba que el documento no era válido para aquellos estados (excepto Rusia y países satélites). Posteriormente, se sustituyó la mención genérica y calificadora por una lista.

La llamada Casa del Pueblo, megalómano edificio que
culminó la ruina de la Rumanía comunista

Yo trabajaba también en la oficina de una dictadura, en calidad de discreto mandado pero sin negar la realidad. Cuando los colegas de las democracias occidentales, que nos trataban con toda cordialidad y simpatía a mi familia y a mí, y también a los griegos, sometidos en aquel entonces a un régimen militar –reitero mi gratitud histórica- me preguntaban por la fiesta nacional de España decía que exactamente lo contrario del 23 de agosto en Rumanía. Allí se celebraba el día de la festividad en conmemoración de la llamada eliberaria din sub jugul fascismului (liberación del yugo fascista),  evidentemente por el glorioso partido comunista. En España era exactamente lo contrario.

Las iglesias pintadas de la Bukovina, Patrimonio de la Humanidad

Pero recojo el hilo de mi aventurilla. Nicolae Ceausescu, “el genio de los Cárpatos”,  “el hijo más amado del pueblo”,  la encarnación del país;  Ceausescu-Romanía, Ceausescu-Romanía se escandaba en rítmicos aplausos en toda concentración voluntaria (asistencia obligatoria). El Conducator   -por cierto la misma palabra de origen latino que Caudillo-  hablaba algunas muchas veces en exclusiva como secretario general del PCR, Partido Comunista de Rumanía y en otras ocasiones como jefe del estado. Eso le contaban a mi jefe, que lo era de la Representación Consular y Comercial de España en Bucarest, cuando inútilmente, pero con fervor correspondiente a su trayectoria y época, acudía a manifestar su disgusto al Ministerio de Relaciones Exteriores por que el “camarada Ceausescu” había insultado a Franco y afirmado que el futuro de España estaba en la Pasionaria, Santiago Carrillo y sus compañeros. 

Tengo todavía el libro de Carrillo  “Ceva fi dupa Franco?”  (¿Qué pasará después de Franco?), publicado y difundido en Bucarest y en todo el país. Por no hablar de la famosa estación pirenaica, radio España independiente, instalada en un barco navegando por el Danubio.

Recibía mi superior la respuesta de que no eran lo mismo las afirmaciones públicas del jefe del estado rumano que las del secretario general del PCR. Debía pensarse que eran dos personas en una, como en mi juventud de jesuitas se creía en el Espíritu Santo que con el Padre y el Hijo formaba la Santísima Trinidad, tres personas en una.

En mi destino diplomático se encarnaban dos presencias en una sola persona. Así forjé  la teoría de la santísima (a veces el calificativo era otro) dualidad.

Boda tradicional en la Rumanía rural

Mas no hay mal que cien años dure y todo terminará, como la pandemia y como acabó la dictadura comunista en Rumanía y en más países. Aspiro, ahora y aquí, a creer que el pueblo español seguirá también a San Ignacio de Loyola y se aplicará la máxima de que en tiempos de tribulación no hacer mudanza. 

¡Qué al salir del túnel sigamos viendo el mismo sol!.

Antonio ORTIZ GARCIA . Embajador de España

DOLOR POR LA MUERTE DE UNA LIBRERÍA(en el día del libro)

En estos difíciles tiempos no es aconsejable hacer calificaciones. Todos los muertos son iguales, y una vida humana es el mayor de los valores. Un familiar o un amigo que se  va, aunque su recuerdo perviva mientras sigamos en este mundo, es una pérdida irreparable.

Mi condolencia, que por desgracia he tenido que transmitir estas últimas semanas a familiares y deudos de buenos y viejos amigos, se extiende ahora a través de esta ventana a cuantos hayan sufrido una muerte cercana.

No quisiera ofender a mis conciudadanos, pero si deseo expresar también condolencias a los amantes de la lectura y del intercambio de ideas y pensamientos por la desaparición inesperada de una admirable librería. Aunque debo añadir que para mi todas lo son especialmente en la era de la tableta informática, el teléfono celular y demás sucedáneos de la reposada atención a la palabra escrita, hoy sobre papel, ayer en variados soportes. En la biblioteca de Alejandría, cuya sucesora amparada por la UNESCO (organización en la que creo poco al haberla vivido por lo de Roma veduta, fede perduta,) tiene un interesante museo, que presenta  la escritura, sus instrumentos y sus apoyaturas: desde la losa de piedra, la tablilla de arcilla y el papiro hasta el pergamino y el papel. También en nuestra Biblioteca Nacional existe  una admirable exposición similar, pero de menor extensión y piezas que la de la gran ciudad portuaria egipcia, sede de  una de las maravillas del mundo antiguo.

Mi villa recuperada, Madrid, donde resido tras retirarme de la vida laboral y de mi añorado último puesto profesional en 2006, es teatro de mi callejeo; todo esto, antes de la reclusión forzosa y forzada por retrasos e incompetencias. Pero ahora no insistiré.

En mis paseos urbanos pasaba con frecuencia por la calle de Gurtubay, una de las más cortas de la ciudad, entre las de Velázquez y Lagasca. Allí vivía Don Fernando María Castiella. Al asomarme a esta ventana, menciono a su hija Begoña, periodista que ejerce en Atenas la corresponsalía de ABC. Castiella fue digno Ministro de Asuntos Exteriores, aspiraba a que España estuviera en el mundo a pesar de los pecados de la dictadura franquista; apreció y dirigió a una profesión sumisa y vocacional consagrada al servicio del Reino y peleó incansablemente por la españolidad de Gibraltar contra la pérfida Albión. Muy olvidada está nuestra permanente herida histórica. La verdadera reivindicación de la memoria histórica debería ser la de no olvidarla. 

Guardo su regalo de boda que recibí al poco de mi ingreso en la Carrera Diplomática. Es una bandeja de plata como de una cuarta, firmada al dorso, sobre cuatro bolitas y con un delicado esmalte con la fachada del Palacio de Santa Cruz, antigua cárcel de Corte, luego Ministerio de Ultramar y más tarde sede hasta hoy del de Asuntos Exteriores. 

Hay, había, en el número 6 de la calle una tienda de libros con variada oferta y actividad cultural en torno a poesía, cine y variados temas literarios. Allí asistí a alguna presentación de nuevas ediciones. Tenían una página en la red que avisaba a amigos y clientes de su múltiple oferta. Las jóvenes libreras derrochaban simpatía y amabilidad; agradecían visitas y comentarios. En la cercanía del Retiro, la  librería Los editores era otro remanso de paz y  naturalidad, casi naturaleza, intelectual.

Recibo ahora un mensaje por correo electrónico avisándome de su cierre. Mi contacto fue siempre superficial y mis visitas ocasionales. Me siento libre de mencionar aquí mi tristeza al leer  la comunicación el cierre definitivo de la querida librería “los editores”, dadas las circunstancias, y los motivos fáciles de imaginar. Dan las gracias a sus clientes y amigos por estos años maravillosos que hemos compartido.

Con la que está cayendo, parecerá nimio y frívolo dolerse de un desastre económico más, víctima de la pandemia. Pero en un sector tan importante para España como el del libro –no sabemos todavía si habrá Feria en Madrid; en Barcelona ya se ha aplazado- es triste presenciar la defunción de una librería, actividad de riesgo que aunque no salva personas puede curar mentes.

Soñemos con la resurrección y anhelemos para todos la vuelta a la calle, al paseo, y al tacto del papel. Gracias amables libreras. Salud, suerte y esperanza. Espero que vuestro anónimo admirador acuda a la reapertura.

Antonio ORTIZ GARCÍA. Embajador de España

Madrid, 23 de abril de 2020, día de Cervantes

ZAPATERA A TUS ZAPATOS

La Ministra de Asuntos Exteriores del Reino aparece en una entrevista a una televisión británica contando en muy buen inglés, por cierto, cómo protegerse de  la pandemia. Visto desde una óptica de ciudadano y viejo servidor del Estado por el mundo, muchas veces en  puestos consulares, me gusta la forma, pero no el fondo.

No hubiera estado mal escucharla hablar de la actividad de su departamento en relación con los más de dos millones de españoles que residen y trabajan en todo el planeta, además de los muchos viajeros que requieran atención. Creo que a más de uno le habría gustado oír referirse  a actividades de su ministerio en momentos difíciles para todos y por tanto necesitados de bálsamo y consuelo. Como añadidura, los diplomáticos actuales podrían haber recibido algún elogio y respaldo, que siempre vienen bien, responden a la verdad, son poco frecuentes, más bien lo contrario y escasean en exceso.

Hace unos días acudí a un compañero, para sugerirle que tuviera un especial detalle para con una conciudadana amiga. Su reacción fue instantánea y al punto telefoneó a la joven recluida en su residencia estudiantil en una gran ciudad de los Estados Unidos de América. Hablar con su Cónsul General fue para ella como una medicina de alivio; quedó encantada, y así se lo contó a sus padres en Madrid. Di por supuesto que el funcionario ejercía con la máxima dedicación y entusiasmo sus funciones consulares y de protección. 

La ayuda y protección a los españoles fuera de nuestras fronteras es la tarea más noble y a veces más gratificante de la diplomacia y los asuntos exteriores. Y la titular actual de la cartera podría referirse a ella y no dar consejos médicos. Aquellos y no estos son sus verdaderos zapatos.

Aún lejos ya, desde el año 2006, del servicio  activo, mis afanes siguen de cerca mi profesión vitalicia y mantengo contacto con compañeros y amigos de la Carrera Diplomática española, cigüeñal del servicio exterior. Creo así firmemente que en todos los puestos consulares y diplomáticos de España en el universo mundo, mis continuadores de hoy serán plenamente conscientes de su deber y no vacilarán en el cumplimiento de su misión. 

Cuentan además con muchísimos más medios y apoyos que tuvo por ejemplo el modesto funcionario  abajo (o arriba) firmante el 23F, de triste recuerdo, y que siguió desde Lomé, capital de la República del Togo, donde se encontraba en misión, desplazado de su residencia permanente en la no tan vecina Acráa, capital de Ghana, sede de la Embajada de España, carente entonces de las actuales técnicas y comunicaciones. 

Como muchos, he hecho guardia en muy dispares garitas; desde las cárceles de Bangkok a las aguas pesqueras del Atlántico sur, esquivando revoluciones, tifones, algaradas, accidentes y enajenaciones, pero teniendo siempre claro mi compromiso de servicio con España y mi deber de protección al español. 

Hoy día, la tecnología permite maravillas que eran difíciles de imaginar cuando yo  ocupé en 1978, con entusiasmo y juventud mi primer destino de embajador, en la República de Ghana en África Occidental, sin teléfono, ni radio y con carencias ocasionales hasta de agua y electricidad. No puedo olvidar como, a base de esfuerzo e insistencia, algo conseguí. Al salir del puesto, tres años más tarde, deje una instalación de radio con teléfono y teletipo para comunicaciones escritas, grupo electrógeno automático en los cortes de suministro eléctrico y hasta un purificador de agua. Cierto que durante unos de los golpes militares de que fuimos testigos, nos tuvimos que beber la piscina. Al principio decía yo a la superioridad que la esencia de aquella perdida embajada coincidía con su propia existencia.

Hace ya muchos años que en el MAEC hay una Dirección General de Protección de españoles, teléfonos de emergencia consular y además cada vez que llega a un país el ciudadano recibe en su teléfono celular (hoy todo el mundo tiene uno) un mensaje del encargado de la sección consular correspondiente con los números y direcciones de apoyo. En los pocos países donde España no tiene representación, es otra nación de la Unión Europea la que,  se encarga de la protección de los españoles. Lo mismo hacemos nosotros con los ciudadanos europeos en algún país donde no tengan embajada o sección consular pero si nosotros.

Concluyo haciendo votos por que el tiempo y la ciencia acaben con el coronavirus y podamos seguir recorriendo y admirando el maravilloso planeta donde vivimos. Esperando paliativos y vacunas, todos debemos cuidarlo y protegerlo. La naturaleza es sabia, pero por si sola no puede luchar contra incendios, plásticos, residuos, epidemias, plagas y demás males de algunas actividades humanas.

Antonio ORTIZ GARCÍA. Embajador de España

V.E.R.D.E.

Lo malo no es solo la peste del siglo XXI, que terminará con la vida de muchos ancianos y de algunos más jóvenes. Lo peor es el intento de creación, al amparo y con la excusa de la lucha contra la pandemia, de una sociedad falta de libertades, con obligaciones y sin derechos.

En España el gobierno central o mejor dicho el jefe del gobierno se pretende considerar símbolo y representante exclusivo de todo el país y habla en nombre de todos los ciudadanos. 

Nuestra vigente Constitución de 1978 determina en su artículo 56 que “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia,….asume la más alta representación del Estado español….”

Javier Castro Villamor dirige la Orquesta Filarmónica de Burgos interpretando «Nabuco»

En Italia en los albores de su unidad nacional a finales del siglo XIX se buscaban referencias unitarias contra la opresión extranjera. Uno de los símbolos que utilizó el pueblo para reforzar el ideal independentista fue el  Va, pensiero, «coro de los esclavos judíos» del tercer acto de Nabuco. Su famoso autor Giuseppe Verdi dio origen al  acróstico V.E.R.D.I. con cuya mención numerosos italianos querían decir VIVA IL RE D`ITALIA  futuro al que se aspiraba.

En mi lejanísima época universitaria en Complutense de Madrid, aparecían en contra de la censura franquista gritos y colores, de inspiración en la cercana península latina de V.E.R.D.E.,  que aquí traducíamos  VIVA EL REY DE ESPAÑA.

En estos tiempos de tribulación, y peores prácticas, con insultos, ataques y maniobras, intentos de voladuras y golpes, quiero gritar bien alto este VERDE. Detesto referirme a “este país”, en fórmula muy usada por determinados sectores políticos de todas las tendencias. Yo siempre hablé y sigo hablando de España y mi profesión que detenté con orgullo me obligaba al explicarla a citar siempre el nombre de mi patria, pues cualquiera de mis trabajos la incluía siempre en su titulación, desde la de secretario de la representación de España, delegado o cónsul de España hasta la de embajador de España. Recuerdo ahora que cuando alguno de nuestros parlamentarios de mas palabrería que cerebro me hablaba, estando fuera del Reino, de este país, yo siempre respondía en un intencionado sarcasmo con una referencia real al país que de verdad era este, es decir donde nos encontrábamos en aquel momento. Así, en este país hay una república bicameral, por ejemplo en Hungría, en este país hay una dictadura comunista, como en Rumanía, o en este país hay un gobierno golpista como en Ghana.

            Dos grandes razones me empujan a mi grito hoy día: en primer lugar, que desde la restauración de la monarquía parlamentaria constitucional hemos vivido en España, en este país como dirían mis aludidos interlocutores, el más largo periodo de paz, progreso, libertad y prosperidad de toda nuestra historia. Esta pax hispanica, que confío sigamos teniendo se debe al esfuerzo de muchos hombres de buena voluntad y sin duda a nuestro sistema de gobierno. 

Mi segunda razón más actual es mi respeto y valoración del actual monarca, el Rey Felipe, sexto de su nombre, que Dios guarde. El joven soberano, quien nació, y así se lo he comentado en alguna ocasión en tal día y año como Antonio, mi tercer hijo, se ha revelado como hombre de excepción. No solo por su preparación, conocimientos y experiencias, sino en especial por su prudencia y actuación medida y oportuna. Su prestigio internacional supera al de nuestros dirigentes y aporta una imagen al reino beneficiosa y garante.

No me cansaré pues de repetir VERDE, VERDE, VERDE. 

Antonio Ortiz García

Embajador de España

LA CUARENTENA BUENA

De entrada ni siquiera sabemos si va a ser tal. Cuarenta días y cuarenta noches para comenzar y quizás centena, y a lo peor todavía varios largos meses.

No busco otros culpables que las fuerzas del mal, pero si quiero arrepentirme de las muchas cosas que  hayamos hecho mal, aquí y en los diversos lugares donde transcurrió mi vida de formación y profesión. 

Difícil es encontrar algo positivo en la nueva peste de nuestros tiempos, la crisis del coronavirus que vivimos en todo el planeta desde febrero del año 2020. Y todavía no hemos salido cuando escribo estas líneas en la Semana Santa, de verdadera penitencia, el sábado Santo día 10 de abril.

Siempre he procurado mantener en todas partes amigos periodistas, como permanente y sentido homenaje y recuerdo de mi padre Antonio Ortiz Muñoz. Los profesionales de la palabra escrita te abren puertas al mundo y a veces te aclaran alguna idea, aunque también pueden liarte y emborronarte la mente. Hay que mantenerlos y exigirles que cuenten la verdad.

He tenido y tengo también amigos médicos; pueden curarte pero no siempre son capaces de salvarte del fin que en algún momento llegará. Mientras tanto, van contándote cosas de sus especialidades; algunos me hablan del colesterol, que puede ser colesterol bueno o colesterol malo. A mí me suena raro, pero me lleva a imaginar que pasa lo mismo con esta cuarentena. Me parece malísima, pero desearía buscarle sus aspectos menos dañinos, o al menos positivos. Es decir, encontrar la cuarentena buena.

Una antigua amiga, quien quizás antes no lo hiciera con frecuencia ni fervor, me confesó que afectada por el virus –que consiguió superar- había rezado muchísimo. En el catecismo de mi infancia me enseñaron que rezar es elevar el corazón a Dios pidiendo mercedes. Tal devoción no puede hacernos daño y desearía creer que puede ser beneficiosa para el alma y excepcionalmente para el cuerpo. Quizás la oración de muchos obtendrá la gracia para los investigadores y científicos en su búsqueda de remedios y vacunas contra el covid 19.

Para quienes somos anteriores a la era digital, a diferencia de mis nietos nacidos con un ratón en la mano, toda tecnología informática es en la madurez de aprendizaje esforzado y a veces frustrante. Pero hay que insistir y nunca rendirse. Encerrado en mi casa acudo al ordenador cuya pantalla se me abre a todo conocimiento.  Intento nuevos sistemas de comunicación grupal e quiero acceder al llamado ZOOM. Lucho contra las técnicas informáticas con esfuerzo y con limitado éxito. Pero con días y ollas venceremos, como decían los conquistadores, y acabaré consiguiéndolo. En todo caso cada vez me resultan menos ajenas estas prácticas.

El dialogo con familiares y amigos no es en toda circunstancia muy practicado ni fácil. La vida trepidante de nuestros tiempos hace que olvidemos con frecuencia a parientes y a amigos poco frecuentados. Al faltarnos la calle y el campo, y yo soy (o era) muy paseante de ciudad, calles, parques y museos, dedico más horas, todas  la horas,  al encierro en mi vivienda de jubilación, espero que la última, pero limitada a un piso amplio con largo pasillo que recorro como fiera enjaulada. Libros, diarios, revistas, películas, música, transmisiones de radio y televisión y mucho ordenador y llamadas telefónicas de corta, media y  larga distancia, como la RENFE. 

A lo mejor hablo en demasía con amigos y parientes, incluso converso y procuro hacer llegar afecto y solidaridad. De mi larga lista de contactos he recuperado muchos que acogen siempre con gratitud y afecto el renovado contacto sin más objetivo que el recuerdo y los buenos deseos en tiempos de tribulación y temor.

Alegrémonos de que la nueva peste nos haya traído los dones de la oración, el conocimiento y la solidaridad. Espero que esta buena cuarentena sea para muchos  orar, aprender, conversar. Laus Deo.

Antonio Ortiz García

Embajador de España