EL VALOR DE LA VIDA

La cultura de la vida tiene un especial ámbito en todo lo que concierne al matrimonio y a la familia. “La doctrina de la Iglesia se encuentra hoy en una situación social y cultural que la hace a la vez más difícil de comprender y más urgente e insustituible para promover el verdadero bien del hombre y de la mujer” (S. JUAN PABLO II. Exhort. Apost. Familiaris consortio, n. 30).

Nos encontramos con demasiadas voces pesimistas. “En efecto, el progreso científico-técnico, que el hombre contemporáneo acrecienta continuamente en su dominio sobre la naturaleza, no desarrolla solamente la esperanza de crear una humanidad nueva y mejor, sino también una angustia cada vez más profunda ante el futuro. Algunos se preguntan si es un bien vivir o si sería mejor no haber nacido; dudan de si es lícito llamar a otros a la vida, los cuales quizás maldecirán su existencia en un mundo cruel, cuyos terrores no son ni siquiera previsibles” (idem).

También el egoísmo y el hedonismo se oponen a la cultura de la vida. “Otros piensan que son los únicos destinatarios de las ventajas de la técnica y excluyen a los demás, a los cuales imponen medios anticonceptivos o métodos aún peores. Otros todavía, cautivos como son de la mentalidad consumista y con la única preocupación de un continuo aumento de bienes materiales, acaban por no comprender, y por consiguiente rechazar la riqueza espiritual de una nueva vida humana” (idem).

Con el alejamiento humano del Dios de la vida, se abre paso la cultura de la muerte. “La razón última de estas mentalidades es la ausencia, en el corazón de los hombres, de Dios cuyo amor sólo es más fuerte que todos los posibles miedos del mundo y los puede vencer. Ha nacido así una mentalidad contra la vida (anti-life mentality), como se ve en muchas cuestiones actuales: piénsese, por ejemplo, en un cierto pánico derivado de los estudios de los ecólogos y futurólogos sobre la demografía, que a veces exageran el peligro que representa el incremento demográfico para la calidad de la vida” (idem).

Hace falta valorar la vida, a pesar de los tristes augurios, que se han difundido por doquier. “La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel «Sí», de aquel «Amén» que es Cristo mismo.(84) Al «no» que invade y aflige al mundo, contrapone este «Sí» viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida” (idem).

Más que una apuesta, hay una firme postura a favor de la vida. “La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a todos, con un convencimiento más claro y firme, su voluntad de promover con todo medio y defender contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre” (idem).

Rechacemos el totalitarismo contra la vida, a escala nacional. Y también el neocolonialismo internacional, que amenaza a los pueblos más desprotegidos. “Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado” (idem).

COOPERADORES DEL AMOR

 

La creación propiamente dicha no es un atributo del hombre. Cuando decimos que un artista crea y que tiene mucha creatividad, estamos hablando de modo figurado. Crear es hacer algo de la nada, con una novedad total. Y nosotros somos incapaces de esa proeza: siempre necesitamos algo de lo cual partir.

Esto es muy claro en la caso de una nueva vida humana. Un hijo es completamente desproporcionado con respecto a las fuerzas de sus padres. Crear personas rebasa nuestras posibilidades humanas. Pero podemos colaborar. “Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corona y lleva a perfección la obra de sus manos; los llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana: «Y bendíjolos Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla»” (S. JUAN PABLO II. Exhort. Apost. Familiaris consortio, n. 28).

La historia de las generaciones está atravesada por un designio de amor, del que los esposos son cooperadores. “Así el cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre” (idem).

La apertura a la vida no es un detalle sin importancia en la vida de un matrimonio y de una familia. Es fruto y signo del amor de los esposos, testimonio vivo de su mutua entrega. «El cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia» ( CONC. ECUM. VAT. II, Const. pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 50).

Pero la cooperación con el amor creador de Dios no se limita a la procreación, sino que tiene múltiples facetas a lo largo del tiempo: “se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo” (idem).

Por la especialísima relevancia de la familia y del matrimonio para el bien de la humanidad, no debe el cristiano desentenderse de sus problemas. “Precisamente porque el amor de los esposos es una participación singular en el misterio de la vida y del amor de Dios mismo, la Iglesia sabe que ha recibido la misión especial de custodiar y proteger la altísima dignidad del matrimonio y la gravísima responsabilidad de la transmisión de la vida humana” (idem, n. 29).

Así decía S. Juan Pablo II: “De este modo, siguiendo la tradición viva de la comunidad eclesial a través de la historia, el reciente Concilio Vaticano II y el magisterio de mi predecesor Pablo VI, expresado sobre todo en la encíclica Humanae vitae, han transmitido a nuestro tiempo un anuncio verdaderamente profético, que reafirma y propone de nuevo con claridad la doctrina y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la transmisión de la vida humana” (idem).

(rafaelbalbin@yahoo.es)

¿SON LOS NIÑOS Y ANCIANOS UN ENGORRO?

 

Considerando la relevancia y la dignidad de la familia, hay que destacar lo referente a los derechos del niño. Estos integrantes de la comunidad familiar son los más débiles y a la vez los más necesitados de protección y de cariño. ”En la familia, comunidad de personas, debe reservarse una atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos. Esto vale respecto a todo niño, pero adquiere una urgencia singular cuando el niño es pequeño y necesita de todo, está enfermo, delicado o es minusválido”. (S. JUAN PABLO II. Exhor. Apost. Familiaris consortio, n. 26).

El cuidado y la atención a esta primera edad a constituido siempre un afán prioritario de la familia cristiana. “Procurando y teniendo un cuidado tierno y profundo para cada niño que viene a este mundo, la Iglesia cumple una misión fundamental. En efecto, está llamada a revelar y a proponer en la historia el ejemplo y el mandato de Cristo, que ha querido poner al niño en el centro del Reino de Dios: «Dejad que los niños vengan a mí,…que de ellos es el reino de los cielos» ( Lc 18, 16; cfr. Mt 19, 14; Mc 10, 14). (idem, n. 26)

Lejos de considerar a los niños como un engorro o como un peligro, los hijos deben ser siempre una fuente de alegría. Así decía S. Juan Pablo II: “Repito nuevamente lo que dije en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 2 de octubre de 1979: <Deseo… expresar el gozo que para cada uno de nosotros constituyen los niños, primavera de la vida, anticipo de la historia futura de cada una de las patrias terrestres actuales. Ningún país del mundo, ningún sistema político puede pensar en el propio futuro, si no es a través de la imagen de estas nuevas generaciones que tomarán de sus padres el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes y de las aspiraciones de la nación a la que pertenecen, junto con el de toda la familia humana. La solicitud por el niño, incluso antes de su nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a continuación, en los años de la infancia y de la juventud es la verificación primaria y fundamental de la relación del hombre con el hombre. Y por eso, ¿qué más se podría desear a cada nación y a toda la humanidad, a todos los niños del mundo, sino un futuro mejor en el que el respeto de los Derechos del Hombre llegue a ser una realidad plena en las dimensiones del Dos mil que se acerca?>» (Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, 21 (2 de octubre del 1979): AAS 71(1979), 1159).

El designio de Dios es que los hombres crezcamos en el amor. Y ese crecimiento tiene su primer ámbito en la familia. “La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario -material, afectivo, educativo, espiritual- a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos, especialmente de las familias cristianas; así los niños, a la vez que crecen <en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres»> (Lc 2, 52), serán una preciosa ayuda para la edificación de la comunidad familiar y para la misma santificación de los padres” (Familiaris consortio, n. 26)

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CRONICA Y SONETO DE UN PEREGRINO A TIERRA SANTA

Peregrino en Tierra Santa

En busca de consuelo, peregrino,

llegaste a estas tierras transitadas

desde hace dos mil años, por pisadas

que siguieron a Cristo en su camino.

Cristiano, israelita o palestino,

a todos nos alcanzan, abrazadas,

las aspas de su cruz, apalabradas

en Verbo de su Espíritu Divino.

Peregrino, te marchas renovado

viniste hasta el Jordán desde Belén

en busca del perdón, y perdonado.

Nazaret, Jericó, Jerusalén,

Abba, padre, Jesús resucitado

prosigue junto a mi, Señor, Amén

(Luis Núñez Ladevéze)

 

CRÓNICA PROFANA DEL PEREGRINO A TIERRA SANTA

Lo que más impresionó a este viajero es la precisión con que los Evangelios describen la zona en que Jesús ejerció su Vida Pública. Tal vez sea un comentario superficial, pero tiene la virtud de ser sincero. Acaso porque un día antes de salir, vi por la DOS de TVE a un especialista, presunto historiador que aseguraba con gesto dogmático y, según decía, “científico», que el Evangelio es una sarta de mentiras y la causa principal del odio histórico contra los judíos. O sea, que los exterminios de Matahussen y Auschwitz son consecuencia de una patraña urdida por la imaginación de los evangelistas. Comprobar que el castillo de Herodes, la vía dolorosa, el Santo Sepulcro, Getsemaní, el huerto de los Olivos, están donde tendrían que estar si los Evangelios fueran verdaderos, es decir, están en su sitio, y que todos los detalles encajan con exactitud en los lugares indicados por quienes lo contaron, esto es lo que a mi más me ha llamado la atención de este viaje. Cuando en Semana Santa se lee la Pasión, mi imaginación no acaba de emplazar bien los lugares, no interpreta las distancias, no capta el escenario. Muchas veces me he preguntado cómo pudo Cristo llegar a hacer el recorrido de ida y vuelta del Palacio de Pilatos al de Herodes y subir luego al monte Calvario tras los latigazos y la corona de espinas; o cómo pudo Pedro oír el canto de un gallo tres veces tras los muros del recinto palaciego. Allí lo entiendes, es decir, ves que todo está al alcance, y que lo que desconcierta a la imaginación encaja con lo que encuentras. Comprobé sin proponérmelo, que, al cabo de dos mil años, el testimonio evangélico es proporcionado a la realidad que visitas. Para mí, esto fue lo principal.

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ESPOSO Y PADRE

Así como hay una general aceptación de la importancia de la figura de la madre en la comunidad familiar, se hace precisa una revaloración del papel del padre, imprescindible para que el matrimonio y la familia cumplan su altísima misión en la vida de los esposos y de los hijos. El varón no es prescindible ni viene preterido por la relevancia de la mujer. “Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre. El ve en la esposa la realización del designio de Dios: <No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada> y hace suya la exclamación de Adán, el primer esposo: <Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne>” (S. JUAN PABLO II, Exhot. Apost. Familiaris consortio, n. 25).

Lejos de cualquier machismo, la función del esposo y padre es sumamente importante. No le corresponde ni un dominio despótico ni, por el contrario, la indiferencia y la lejanía. “El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: <No eres su amo -escribe S. Ambrosio- sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino como mujer… Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecida por su amor>. El hombre debe vivir con la esposa <un tipo muy especial de amistad personal>” (idem).

La consideración puramente natural, se enriquece a la luz de la Revelación divina. “El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia” (idem).

La vida matrimonial y familiar son el camino ordinario previsto en los planes de Dios para el enriquecimiento humano y espiritual del varón esposo y padre, con un llamado a su generosidad. “El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad. Sobre todo, donde las condiciones sociales y culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible” (idem).

La importancia de que el esposo y padre asuma su papel se manifiesta claramente por los efectos negativos que conlleva su omisión. “Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía vive el fenómeno del machismo, o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares” (idem).

Son hermosos y estimulantes los retos que se plantean al esposo y padre, en la vida del hogar y en el entorno social. “Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios, el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa, un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia” (idem).

(rafaelbalbin@yhahoo.es)

HABLANDO DE VALORES

“Hay que educar en valores”, “se han abandonado los valores”, “si no se hubieran perdido los valores……” Esto o algo parecido se repite con frecuencia sobre todo cada vez que ocurre alguna desgracia que tiene por autor a un joven o a un niño, como si los mayores ya hubiéramos superado eso. ¿Queremos todos decir lo mismo cuando expresamos esa carencia? ¿A que valores nos referimos?

El término puede representar desde una especie de filantropía absolutamente diluida, hasta el conocimiento y práctica de auténticas virtudes morales. El nombre de virtudes morales es de Aristóteles (384-322 antes de Cristo). En lo que sí estamos de acuerdo, probablemente, es en que se echa de menos una fuerza interior en cada persona, capaz de impedir que en la sociedad reine la ley de la selva. No recuerdo si era Dostoievski o Tolstoi el que decía en una de sus novelas: “ Si al final el mundo va a acabar siendo un pedrusco helado vagando por el universo ¿para qué voy a portarme bien?. La pregunta no deja de tener su sentido y tampoco la respuesta es fácil.

Hasta la Constitución de 1812 decía que “los españoles serán justos y benéficos” . Obedecimos ese precepto tan bien que ciento veinticinco años después nos enzarzamos a tiros los justos de un lado con los benéficos del otro. Por desgracia resulta que para hacer el bien a los demás no es bastante dejarnos llevar por la corriente. Con frecuencia hay que remar con fuerza porque el río de nuestros propios intereses arrastra. En cuanto nuestros semejantes compiten con nosotros por lo que sea, el asunto ya no resulta tan cómodo y fácil. Y lo cierto es que dado que los bienes, no solo los materiales, son escasos y nosotros somos muchos y muy nuestros, la competencia resulta inevitable.

Pero echando pie a tierra ¿cómo nos gustaría que fuera la gente que nos rodea? Podrían enumerarse algunas características que favorecerían, sin duda, la convivencia tales como:

Honrada en sus opiniones, que cumpliera la palabra dada, que no robara ni defraudara, que fuera trabajadora, leal con los demás, que cumpliera las obligaciones exigibles, que no fuera envidiosa, que respetara a los otros y que todos fuéramos capaces de portarnos con los demás como nos gustaría que se portasen con nosotros, etc, etc. Pero claro cuando uno se plantea todo eso como protagonista, no se le oculta el esfuerzo que es preciso hacer para cumplir fielmente todos esos buenos deseos. También le asalta la duda acerca de la conveniencia de hacer un esfuerzo sobrehumano para portarse como se requeriría y que luego los demás sean unos golfos, se aprovechen y además se rían de él.

Otra cosa sería si estuviéramos convencidos de la existencia de un “algo” capaz de pedirnos cuenta de nuestros actos superando el tiempo y el espacio, de cuyo sentido de la justicia no cupiera ninguna duda y de cuya decisión dependiera nuestra felicidad o infelicidad. Ayudaría mucho si además estuviéramos persuadidos de que ese “algo” quiere nuestro bien, respetando escrupulosamente nuestra libertad. Yo creo que tratar de mantener en vigor un código de comportamiento sin el soporte intelectual y material de algo que nos trascienda, es como intentar resolver problemas de mecánica sin contar con la gravedad.

A mi me parece que mientras no nos planteemos las cosas en términos así de realistas, seguiremos enredando y haciéndonos trampas en el solitario de una manera mas bien triste. Lo cierto es que nuestra cultura occidental Judeo-Cristiana tiene un bagaje intelectual y ético con capacidad sobrada para dar respuesta adecuada a esos problemas que nos quitan el sueño o deberían quitárnoslo, pero -como aquella persona que buscaba la moneda, no en lugar el que la había perdido, sino unos metros mas allá porque había más luz-nos hemos empeñado en pedir peras al olmo y sencillamente, el tan citado árbol, no las da.

A MADURO LE FALTA UN HERVOR

Me veo obligado a confesar que conozco poco de los usos y costumbres de la diplomacia internacional y por eso me gustaría que alguien me explicase lo que está pasando entre nuestro Gobierno y ese señor de Venezuela que por lo visto pasó de conductor de autobuses a líder bolivariano y ahora nos insulta pública y abiertamente.

Según he sabido por la prensa nos acusa (es al gobierno de España) de «apoyar al terrorismo» y de que nuestro máximo mandatario forma parte de «un grupo de bandidos, de corruptos y de ladrones».

Hombre para “poner a caldo” a nuestros gobernantes ya nos bastamos nosotros pero que venga a reprocharnos nada un personaje, en cuyo país y bajo cuyo mandato, hay más muertes en época de paz que en otros en tiempos de guerra, me parece un auténtico sarcasmo.

A la vista de lo ocurrido hemos llamado a nuestro embajador “a consultas”. No entiendo muy bien que le queremos consultar y me pregunto si no sería mas adecuado llamar al de Venezuela y preguntarle qué es lo que le ocurre a ese señor que amenaza con venir con lanzas a Europa y ensartar , supongo, a nuestro bien amado presidente, ya se que no es bien amado por todos pero en momentos de amenaza exterior debemos mostrarnos unidos.

Esta mañana he leído en los diarios que volvemos a mandar a nuestro embajador a Caracas. Se ve que las consultas que se le ha hecho han surtido efecto y aprovechando que Maduro ha dicho que tenga cuidado Rajoy porque va a salir derrotado y que mas vale que coja su mano, con lo que, al menos no podrá empuñar la lanza, pelillos a la mar y nuestro esforzado embajador otra vez a su sitio.

A mi me parece que no valía la pena haberlo traído de Venezuela. En primer lugar porque si era un gesto internacionalmente aceptado, que los gobiernos de otros países saben valorar, es obvio que este Maduro en cuestiones de diplomacia internacional está también bastante verde, con lo que seguramente resultó inútil; y en segundo lugar porque no parece que haya bajado el tono de sus bravatas propias de un arriero de los de antes.

Claro, a no ser que nuestro Margallo que debe ser un hombre bastante avispado, se haya dicho “tate ….., este personaje necesita como agua de mayo un enemigo exterior que le sirva para que los venezolanos piensen: los enemigos exteriores, en concreto España, nos atacan, unámonos todos con nuestro heroico presidente en defensa de la patria.” Y así de paso que defienden la patria se defiende Maduro de sus calamidades nacionales que son clamorosas.

El truco no es nuevo pero, según en qué países, suele dar resultado. Es, en el fondo de todo, equivalente a aquel “panem et circenses” que utilizaban los emperadores romanos.

Lo que pasa es que, con lo que ha llovido desde los romanos hasta nuestros días, trampa tan burda exige tragaderas de pozo con amplio brocal.

Con la cantidad de cosas que tiene que resolver Rajoy dentro de casa como para permitirse el lujo de embarcarse en conspiraciones internacionales, que si Sánchez quiere enseñarle como los socialistas superan las crisis económicas tomando como modelo a Zapatero, que si Pablo Iglesias, en un alarde de modernidad, quiere llevar a España a la revolución comunista del 17, que si Ciudadanos va a utilizar como estribo las promesas electorales incumplidas, etc, etc. Total auténticos tifones que se atisban por el horizonte.

Quizá la mejor solución sea la que se ha adoptado, que nuestro embajador visite a sus amigos y familia en España, que se tome unos vinos por su ciudad natal y que vuelva Caracas sin mas dilación. En mi tierra dirían que a Maduro le falta un hervor.

OSTENSIÓN DE LA LA SABANA SANTA EN TURÍN

Razón y fe se relacionan en un objeto único; la Sindone

«Aun  siendo un no creyente no deja de ser algo muy impactante» fue el comentario de una pareja italiana durante un breve intercambio amistoso en un ascensor de hotel. Se referían  a la sábana santa cuya ostensión pública que comenzó el pasado 19 de abril en la catedral de Turín terminará el 24 de junio poco después de la visita de dos días del papa Francisco.

La sábana, sindone en hebreo antiguo, fue y es objeto de análisis por científicos de diversas disciplinas desde la medicina forense a la historia, la  física nuclear o la biología y ha sido sometida a un programa informático de la NASA que muestra el positivo en relieve de la imagen negativa contenida en la tela, cosa que no sucede con ningún negativo normal de fotografía. La polémica de la datación del lienzo mediante la técnica del carbono 14, debido a las conclusiones sobre la edad medieval de la tela y la negación de la validez de esa prueba por científicos que destacan la fuerte contaminación por bacterias y la presencia de restos de algodón en el trozo utilizado, manifiesta una vez más una cierta ambigüedad que deja siempre  una puerta abierta a la fe en lo relativo a la presencia de Cristo, persona divina y humana, en la historia de la humanidad. Una imagen que no se sabe como ha podido producirse, un negativo en el que la densidad de cada punto está relacionada con el relieve del cuerpo, en la que no hay pigmentos, características únicas e irreproducibles con las técnicas actuales, hacen de la sindone un objeto único. No se puede, ni se podrá, demostrar científicamente que el cuerpo que envolvió esa sábana fue el de Cristo pero si es comprobable científicamente que ese cuerpo sufrió un trato prácticamente similar al que según los evangelios sufrió nuestro Señor desde su condena a muerte hasta su sepultura. Los análisis de las señales existentes en la tela indican, al no haber rastro de los restos que debería haber dejado un cuerpo en descomposición, que esas señales se produjeron instantes antes de la suspensión del contacto de ese cuerpo con la tela que lo cubría.

Una especie de relación diálogal entre ciencia y fe se hace patente en la atmósfera que rodea la nueva ostensión de la santa sábana. Diálogo sobre el que el Papa Juan Pablo II señaló que «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre si mismo»

Rostro sindone     Imagen del rostro de la sindone al invertir el negativo                                                              Plaza de Turin

Quien  decida ir a Turín también experimentará el gozo de una ciudad que parece pensada para ser disfrutada paseando bajo sus soportales, contemplando su arquitectura, sus grandes plazas y una gastronomía muy italiana y de buena calidad.

Y por la noche una «apericena» con una buena bebida aperitivo y canapés variados en algún restaurante especializado como el de la piazza San Carlo cercano a las iglesias de santa Cristina y san Carlos que vale la pena visitar. Los amantes del arte pueden aprovechar las exposiciones de sobre obras de Tamara Lempika o Modigliani y el museo de arte egipcio considerado el mes importante del mundo después de el de El Cairo.

¡Ah¡ y un consejo; si reserva por internet día y hora para entrar en la catedral, lo que es totalmente recomendable, al final del proceso de seguridad elija la parte izquierda de la cola. Me lo agradecerá.

SIN EXCLUSIONES

La dignidad de la persona, de toda persona humana, exige respeto en toda circunstancia y para toda peculiaridad individual. Por ello ha de ser proclamada la igualdad esencial de varones y mujeres, dentro de las características esenciales que corresponden a la especie humana.  “La Iglesia, con el debido respeto por la diversa vocación del hombre y de la mujer, debe promover en la medida de lo posible en su misma vida su igualdad de derechos y de dignidad; y esto por el bien de todos, de la familia, de la sociedad y de la Iglesia” (S. JUAN PABLO II. Exhort. Apost. Familiaris consortio, n. 23).

La igual dignidad y características esenciales de varones y mujeres no significan una uniformidad, que sería un enorme empobrecimiento de la condición y de la convivencia humana. Gracias a Dios los varones somos distintos de las mujeres y viceversa. Con diversas capacidades y modos de ser y actuar.  “Es evidente sin embargo que todo esto no significa para la mujer la renuncia a su femineidad ni la imitación del carácter masculino, sino la plenitud de la verdadera humanidad femenina tal como debe expresarse en su comportamiento, tanto en familia como fuera de ella, sin descuidar por otra parte en este campo la variedad de costumbres y culturas” (idem).

¿Por qué, entonces se insiste tanto en los derechos de la mujer? Porque hay una larga y lamentable tradición milenaria de discriminaciones y de exclusión social de la persona femenina. En las circunstancias actuales el materialismo ambiental contribuye a esta minusvaloración. “Desgraciadamente el mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer halla oposición en la persistente mentalidad que considera al ser humano no como persona, sino como cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta y del solo placer; la primera víctima de tal mentalidad es la mujer” (idem, n. 24)

Bien se puede decir que la mujer es más frágil que el varón ante la pérdida de los auténticos valores humanos y cristianos, aunque todos somos vulnerables. “Esta mentalidad produce frutos muy amargos, como el desprecio del hombre y de la mujer, la esclavitud, la opresión de los débiles, la pornografía, la prostitución -tanto más cuando es organizada- y todas las diferentes discriminaciones que se encuentran en el ámbito de la educación, de la profesión, de la retribución del trabajo, etc.” (idem).

Las exclusiones en perjuicio de la mujer no son sólo cosas del pasado, sino una pesada carga que arrastramos en estos comienzos del siglo XXI: “Además, todavía hoy, en gran parte de nuestra sociedad permanecen muchas formas de discriminación humillante que afectan y ofenden gravemente algunos grupos particulares de mujeres como, por ejemplo, las esposas que no tienen hijos, las viudas, las separadas, las divorciadas, las madres solteras” (idem).

(rafaelbalbin@yahoo.es)

PERPLEJO ESTOY CON ALGUNA COSTUMBRE POSMODERNA

Perplejo estoy con lo que viene sucediendo de manera casi habitual. Resulta que se malgastan o se desvían a destino indebido, cientos o miles de millones de Euros y cuando uno piensa que el principal responsable dará cuenta detallada de cómo pudo ocurrir tal tropelía, este se descuelga diciendo que no se ha enterado de nada y que él se limitaba a firmar sin fijarse en lo que le ponían delante.

Propongo que en el juramento que los grandes capitostes deben prestar al tomar posesión de sus cargos, figure un punto que diga:…xxx) Juro por Dios o por mi honor ( este último comporta menos riesgos) fijarme en lo que firmo y estar en lo que celebro.

A ver si de esa forma soslayamos este problema que se nos plantea cuando los altos dirigentes firman sin mirar documentos que comportan gastarse nuestro dinero alegremente. ¿Estarían igual de distraídos si la firma supusiera el gasto de su propio dinero?

A mi me parece que nosotros, no sé si todos los latinos o los españoles en particular, tenemos poco respeto por el dinero del contribuyente, uno tiene la impresión de que a los sajones la manera como se utilice ese capítulo vital del gasto, les impresiona mucho más y lo persiguen “a muerte”.

Aquí cuando uno se lleva el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil o el de los parados , o el de las aportaciones a los partidos o se toma a Hacienda-y ojo que hacienda somos todos- por el “pito del sereno”, no ocurre gran cosa.

¿Cómo es posible que algo tan elemental como que la gente devuelva el dinero que roba no se nos haya ocurrido hasta ahora? Por cierto que no sé si ya está en vigor o es, como tantas cosas, un proyecto legal remitido “ad kalendas graecas”.

También es bastante curioso que la reacción “aguas arriba”, en su partido, organización o lo que sea, consista en decirnos que ya han perdido perdón, que ya han confesado sus errores, poco mas o menos que “qué más queremos” dando el tema por zanjado; pero mas curioso aun es que no les recordemos que una institución tan sabia como la Iglesia Católica exige desde hace dos mil años, después de la contrición de corazón, y la confesión de boca, la “Satisfacción de obra”. Es decir la reparación del daño causado; vamos ¡la devolución de los “cuartos”!.

“Hemos tomado las medidas para que no vuelva a ocurrir”, dice alguien muy serio y aparentemente convencido. ¿Pero tan difícil era prever que la gente puede quedarse con lo que no es suyo y poner la venda antes de sufrir la herida?

Dirigir es prever, dicen los expertos en dirección de empresas. No tengo espacio pero puede hacerse un buen tomo con la previsión de las cosas que los seres humanos podemos hacer en beneficio propio y a costa de los demás. Por lo menos podrían leer lo que ya se escribía a principios de del siglo XIX porque seguimos haciendo agua por las mismas grietas.

“En tiempos de las bárbaras naciones,
colgaban de las cruces los ladrones.
Mas ahora, en el Siglo de las Luces,
del pecho del ladrón cuelgan las cruces” (Ugo Fóscolo 1778-1872)